sábado, 27 de abril de 2013

Una catalana por sevillanas.

(Escrito el año pasado por esta misma ocasión)






Montse, mi mujer, es catalana de Hospitalet de Llobregat. Hace unos seis meses se empeñó en aprender a bailar Sevillanas. Desde hace más de veinte años lo llevaba en la cabeza pero nunca encontró el momento hasta la vuelta de las vacaciones del año pasado. No sé si habrá influido el hecho de visitar en esa época, y por primera vez, Cádiz y Sevilla lo que terminó por convencerla, el caso es que por fin realizó su antiguo deseo.

Un día por semana, y desde hace ya cuatro años, vamos a aprender baile de salón a una escuela. Digo esto porque lo normal es que, como aficionados que somos al baile, lo lógico es que yo también la acompañara a las clases de esta modalidad pero no es así porque no es compatible con el horario de mi peluquería, por lo cual lo hace sola.

Nunca pensé que ese tipo de danza fuera tan complicada; cuando voy a buscarla, a punto siempre de terminar la clase, me quedo observando ese torbellino de pies y manos que se mueven como remolinos y pienso: “ Menos mal que yo no puedo venir a esta hora”, porque lo veo de una dificultad que me supera. Conseguir gracia de movimiento sincronizando la posición de los brazos con los giros y variedad de pasos, que se ejecutan en las Sevillanas, no es tarea nada fácil.

Pero a ella le encanta y más cuando ve que día a día va consiguiendo su objetivo. Cada vez la veo con más gracia. En estos pocos meses ha evolucionado mucho. Lo curioso de todo esto es que es catalana y una catalana, según la creencia popular, que casi siempre se basa en tópicos sin lógica; suele carecer de ese duende necesario, y que es exclusivo de las andaluzas para ese baile en concreto. Otro tópico como tantos ya que hay de todo como en todas partes, Una prueba palpable más de que generalizar no es lo más correcto.

Aquí, en Barcelona, se suele hacer cada año una copia de la Feria de Abril de Sevilla. Esta fiesta ha arraigado con fuerza debido a los cientos de miles de andaluces que vivimos en Cataluña. Pues bien, hace un par de semanas estuvimos en ella. El recinto ferial está ubicado junto al Forum, en la zona nueva que se construyó para las Olimpiadas de Barcelona 92. Montse, por primera vez en su vida, salió de casa vestida de auténtica bailaora: traje de faralaes, pendientes a juego, flor en el pelo, zapatos para taconear, mantilla y todos los abalorios necesarios para la ocasión.

Fuimos hasta la parada donde nos esperaba el autocar y allí, una vez llegaron todos los compañeros de clase de Montse, subimos en el vehículo y nos encaminamos a la feria entre chistes, canciones y bromas. Era el autocar más floreado que he visto en mi vida. Ya en la fiesta entramos en una de las casetas, abarrotada como todas ellas, con un ambiente de juerga y unas ganas de pasarlo bien que hacía olvidar totalmente esta maldita crisis que nos acecha. Allí se le quitaban a cualquiera todas las penas.

Después de algunos momentos de cierto reparo, y dejándose contagiar por la música y la alegría del lugar, por fin se arrancó e hizo su debut. Me quedé maravillado de verla en el escenario, bailando con Antonio, su profesor, ¿Cómo podía ser ese salto en tan poco tiempo?

Mientras daba sorbos a mi baso de Rebujito estuve contemplándola y me gustó mucho ver como revoloteaba por el tablado, taconeaba, movía los brazos y reía feliz. Por un momento la vi como una soberbia jaca de finos andares y vino a mi cabeza la estrofa de una canción que no recuerdo donde escuché alguna vez:

“...Vamos pasando
Que está mi jaca linda
Y arrodillando
La virgen del Rocio, Rocío
La está mirando...”

¡Montse, una catalana vestida de gitana y bailando Sevillanas! Pues sí, también baila Merengue y no es dominicana. Todo está al alcance de nosotros, solo hace falta la ilusión suficiente que pongamos en el empeño por conseguirlo y a ella le sobra.

“Montse, tú tiene duende, ere grasiosa”, le dijo Antonio más tarde, con su acento de cordobés auténtico y contento por el aprovechamiento de las clases.

Por cierto, la mujer de Antonio, Nati que también da clases de sevillanas con él, da la casualidad que también es catalana. 

Ese “Duende” parece ser que no está por quedarse en exclusiva con ninguna autonomía en particular, es generoso y reparte su garbo aquí y allá.

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