viernes, 24 de agosto de 2012

Hacerse un hombre






“Sé un hombre”, le ha dicho su padre cuando le entregaba la escopeta de caza. “Vete junto al rio, le pegas un tiro y luego lo echas al agua. Que se lo lleve la corriente rio abajo. ¿No ves que ya no nos sirve?, está viejo y medio ciego. Aquí el que no se gana lo que se come está sobrando”.
Ángel, a sus doce años, no puede entender esa manera de ser de su padre; tanta crueldad. Su fiel Lucero no merece morir así. Sabe que no podrá hacerlo y baja la cuesta hacia el rio llorando y aferrado a la escopeta que abrasa sus manos como un hierro candente. Lucero camina a su lado. De vez en cuando el animal levanta la cabeza, como observándolo. Intuye algo trágico, por lo que trata de no adelantarlo en el paso y se va rozando con la pierna de su amigo, buscando el acercamiento.
Lucero es como un hermano más, incluso más cercano que ellos que por su diferencia de edad apenas le tienen en cuenta. Estaba allí desde antes de nacer él. Siempre intervino en sus juegos y le demostró un cariño absoluto. Pero Lucero ya no sirve para cazar. Ha perdido el instinto, el olfato y casi la vista. Ya no es el apoyo clave para las batidas de caza de su amo. Y él no está para sentimentalismos que no llevan a ninguna parte, su manera práctica de ver el asunto no es otra que sustituirlo y quitarse de encima una carga más. ¡Bastante hay ya con su numerosa familia como para alimentar una boca más!
Ángel llega hasta la orilla del rio y retira la escopeta de su hombro. Comprueba que hay dos cartuchos en la recámara y mira con ternura a su fiel perro. Lucero gira una y otra vez la cabeza a ambos lados y le mira directamente a los ojos; a la espera. Al niño se le escapa un torrente de lágrimas que hace borrosa la imagen de Lucero. Deja la escopeta en el suelo y se pone de rodillas mientras el perro le lame las lágrimas. Ángel se abraza a su cuello y permanecen así durante algunos minutos de larga agonía. Parece como si Lucero supiera que se trata de una despedida, no se mueve y se deja acariciar mientras no pierde de vista el arma.
¡Vete Lucero, ve al otro lado del rio y corre muy lejos! No vuelvas más, ¿me oyes? ¡Vete muy lejos y sálvate!
Lucero se queda quieto; las cuatro patas firmes en el suelo, la boca abierta y jadeando pesadamente.
Pasan algunos minutos.
El estruendo de un disparo se escucha en un radio que alcanza el pueblo.
Todos creerán que Ángel ya es un hombre. Su padre empezará a respetarlo a partir de ahora.

2 comentarios:

Lluís dijo...

El final es ambiguo, pero las consecuencias no lo són, su padre lo vá a respetar porque no volverá con Lucero y es lo único que Ángel quería.

Valiente forma de convertirse en un hombre, mucho más valiente que la que pretendía su padre.

Anhermart dijo...

Lluís:
Secuencias del mundo rural, de la España profunda y oscura al estilo de "Los santos inocentes". Lo lamentable es que aún existen estas situaciones, véase los perros asesinados sin escrúpulos, colgados de un árbol o con un tiro, porque ya no le son eficaces a los cazadores.
Incultura y tradición irracional.