sábado, 12 de noviembre de 2011

CECILIA (Más allá del rencor)




 

Cecilia abre los ojos sobresaltada. La presencia de su esposo, de pie al costado de la cama donde duerme, la irrita una vez más.
—Deja de observarme mientras duermo, sabes que no me hace ninguna gracia que me des estos sustos —.Le increpa mientras retira la sabana y se incorpora.
—Perdona cariño, pero ¿qué otra cosa puedo hacer?, ¡me aburro tanto…! ¡Me encuentro tan solo en esta situación…!
—Tendrás que acostumbrarte, ya no hay remedio —.Responde Cecilia regocijándose.
—¿Porqué tuve que morir tan pronto? —Se lamenta Gregorio por enésima vez.
—Tampoco es que fueras un jovencito, con sesenta y seis años. Si no hubieras tenido tantos vicios tal vez estarías aquí aún, pero de qué te serviría si no aprendiste nunca la lección. Tu vida fue siempre un exceso en todo lo que hacías; alcohol, tabaco, mujeres…malos tratos hacia mí…
—Por favor, no me castigues con eso —Le interrumpe Gregorio—, no te imaginas lo arrepentido que estoy. No puedes hacerte una idea de lo que me martirizan los recuerdos, ¡Dios mío, cómo pude ser tan brutal, egoísta y degenerado! Si supieras lo que siento ahora, si pudieras entrar en mi mente y ver la belleza que anida en mis pensamientos…
—Déjalo, ya no tiene arreglo, todo eso tenías que haberlo sentido en vida. Ahora no me sirve de nada —.Cecilia interrumpe cínicamente sin dar tregua a su difunto marido.
Su vida con él fue un infierno y ahora que está en esa situación de privilegio tiene la oportunidad de vengar el ultraje al  que la sometió durante tantos años. Sobre todo, lo que más daño le hizo fueron los malos tratos físicos. No, no lo perdona y está dispuesta a hacérselo pagar  en esta vida y en la otra. Es por eso que no le cuenta su secreto y día tras día tortura al arrepentido Gregorio con su desprecio. Los intentos de él de compensarla con bondades y palabrería son en vano.
Él, una vez fallecido y pasado al “otro lado”, sufre una transformación radical; una paz indescriptible inunda su alma y siente tal amor hacia su esposa que no puede evitar acompañarla día y noche. Está constantemente a su lado tratando de resarcirla de tanta brutalidad como le proporcionó en vida a cambio de nuevos y hermosos sentimientos que ahora rebosan por todos los poros de su ser.
Ella ha sufrido tanto que no le basta con la transformación tardía de él, necesita expulsar todo el veneno que ha ido acumulando dentro y mantiene una farsa cruel en su existencia; no le dice que ella también falleció poco tiempo después que él. Finge una vida terrena, normal, como si nada hubiera cambiado y deja que el hombre se torture con el remordimiento y la frustración de no conseguir su perdón.
La astucia de la mujer puede alcanzar hasta el más allá si se lo propone.                          

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