miércoles, 1 de septiembre de 2010

Gladiadores de atrezzo



Todos los caminos conducen al guerrero hasta el Coliseo.

Estas vacaciones he tenido el privilegio de viajar hasta Roma. Y digo el privilegio porque de no haber sido por la decisión de mis hijos Raúl y Cristina, que fueron los que costearon desplazamiento y estancia, no hubiera visto este año nada más lejano de mí que las montañas que se divisan desde Sabadell, La Mola y el Tibidabo. Todo ello gracias a esta crisis que padecemos estoicamente desde hace ya algo más de dos años.
Roma es impresionante, no la voy a descubrir yo ahora. Ya sé que la mayoría de gente con la que hablo ha estado en alguna ocasión y que es una de esas ciudades que todo el mundo conoce sin haber ido nunca. Le ocurre lo que a Cuba, que todos te explican al detalle lo que es y como se vive sin conocerla más que de oídas.
De todas formas no puedo pasar por alto el hecho de que me ha impresionado sobremanera su monumentalidad. A cada paso encuentras restos de aquella civilización tan desarrollada que fue capaz de hacer tales prodigios: Foros, Termas, Catacumbas, Basílicas, Fontanas… monumentos extraordinarios por su estilo arquitectónico rayano en la perfección de las formas…Portentoso comprobar de primera mano la majestuosidad que esa ciudad tuvo en sus tiempos de gloria.
No, no me olvido del Coliseo. Uno de esos días de mi visita a Roma lo dediqué a visitar ese icono por excelencia que es el mastodóntico Coliseo. Por cierto, un lugar también donde los tópicos que todos conocemos, a través de la industria del cine, se vienen abajo como una ruina más. Si te apegas disimuladamente a un grupo de turistas de habla española, siempre sale más barato de esta manera, y escuchas atentamente al guía, descubres cosas tan curiosas como que los romanos de aquella época tenían una talla media de 1,50 metros ellos y 1,40 ellas, cosa que no coincide mucho con las formidables dimensiones de sus estatuas, representativas de los personajes de aquel tiempo, ya que sobrepasan siempre el metro ochenta. También te decepciona el saber que los cristianos en contadísimas ocasiones fueron pasto de los leones. Eso era algo anecdótico pero a la iglesia le ha encantado siempre hacernos ver o creer que el Coliseo era una construcción hecha casi únicamente con esa finalidad, martirizar a sus pobres fieles.
Luego está lo del dedo pulgar para salvar o condenar a muerte a un gladiador vencido. Otra exageración. En rarísimas ocasiones en las que el Emperador, o César de turno, acudía a esas orgías de sangre que tanto gustaba a las clases sociales romanas; alta, media y vulgo; todas sin excepción, incluidos los esclavos, él sí tenía la potestad de conceder la gracia al caído en la lucha de no morir o de lo contrario, favorecerse del buen augurio y sobrevivir. Nunca en otras ocasiones ocurría esa circunstancia, allí se iba a morir y punto. El pueblo siempre quería sangre.
Otro de los detalles curiosos es que los gladiadores solían luchar y jugarse la vida dos o tres veces al año, el resto del tiempo vivían a cuerpo de rey, aunque no eran libres, claro.
Como estos ejemplos podría citar muchos más pero no quiero ser cansino para el lector y solo añadiré que las Catacumbas—visité las de Domitella, más allá del Circo Máximo—fueron hechas por orden de un emperador que veía como los cementerios empezaban a ocupar demasiado espacio en las afueras de Roma. Otra vez los cristianos apropiándose de algo en lo que no tuvieron parte como en tantas ocasiones de la historia.
En fin, una visita aleccionadora, interesante por lo que se descubre y por lo que impacta lo que se ve, pero más que nada lo que me ha movido más a hacer este post en mi blog es un hecho inesperado que tuve ocasión de protagonizar en mi visita al Coliseo.
Una vez salí del estadio me posicioné frente a él a distancia óptima para echarle una última ojeada en toda su dimensión y quedarme con esa imagen para el recuerdo. Saqué mi cámara digital y me coloqué de manera que quedara inmortalizada la gran obra en mi álbum de recuerdos. Estaba encuadrando la panorámica cuando oigo una voz que venía del frente: “¡Non fotum!
—¿Cossa dicci? —pregunté yo sorprendido y en mi perfecto italiano aprendido de las canciones de Adriano Celentano, Al Bano y Renato Carosone.
Non fotum si no dinerum, est modus operandi —me quedé en una mezcla entre mármol de Carrara y Travertino. Un romano perfectamente ataviado con todos los atalajes y pertrechos me decía que… ¡para hacer una foto tenía que pagar!
—Prego, questo e una foto de ricordi, ¿capicci? —le aclaré al centurión que me miraba desafiante. No recuerdo ahora si la espada la llevaba en la mano o ésta seguía en ese momento en la vaina de su cinto, pero su actitud era decidida y altamente agresiva. — ¿Ma qué cossa? —continué diciéndole con cierto desparpajo y ayudándome con la gesticulación de mis dos manos en forma de piña.
Ego adviertum, no salarium no fotum —insistió a la vez que daba dos pasos y levantaba una mano, en plan Ave César, tapándose la cara para impedir ser fotografiado.
—Mío caro amicci —le respondí conciliador —Io no voglio fotografiare a te, solo prenguo cuesta foto del Coliseo…¿Capicci di nuovo a me?
Non posibilítate fotum. Ι fotum V €urum; óculum pro óculo, quid pro quo. V €urum ipso facto o vade retro. Tú mismum —La cosa se puso fea, el tío creía que quería fotografiarlo y quería a toda costa “pastorum”.
—La mamma tua que ti fecundó, mamoni —le dije indignado por la cara dura que tenía el elemento. Pero el aguerrido centurión no se arredraba tan fácilmente diciéndome a continuación, a modo de reto y observando mi gesto decidido de mirada provocadora:
Sivis pacem, para bellum-Se estaba pasando conmigo el soldadete de cartón piedra porque eso era tanto como decir : “Por encima de mi cadáver”, en una clara muestra de entrar en acción de forma inmediata.
Eso ya me cabreó, me sacó de mis casillas. Un centurión romano invitándome a entrar en combate en lugar tan idóneo para ello. A mí precisamente, con los años de práctica en gimnasios de artes marciales que llevo sobre mis espaldas. El guerrero que duerme siempre en mi interior dio un brinco alarmado, despertó como una fiera dormida a la que se le espanta deliberadamente. Vino a mi mente esa tira de fotogramas que tanto me marcaron en mi juventud; la pelea final entre dos iconos del cine de artes marciales, Bruce Lee y Chuck Norris en “El furor del Dragón” y la cual se desarrolla precisamente en el Coliseo de Roma. Era mi momento de gloria, era la ocasión de emular a mi idolatrado Bruce y aprobar esa asignatura pendiente que tenía conmigo mismo desde los años setenta en que viera su primera película y quedara estigmatizado de por vida dedicándome durante más de treinta años a seguir disciplinadamente entrenando para llegar a conseguir una técnica aceptable para la lucha.
Supe que mi momento había llegado, por lo que serenamente le dije:
—Atencione a la mía parole, pagliassi; Io sono piu altius, citius et fortius que te y te dicci questo: vini, vidi, vincci. ¡Tempus fugit…o no rispondo da me!
—¡Bafamculum, giri dei colloni! —me respondió mirándome fijo a los ojos y con los puños apretados. Luego se abalanzó hacia mi hasta llegar a donde estaba y me arrebató la cámara sin contemplaciones.
—¡Fillo de una luppa, la mía pazenza e finita, Io tengo plus! Y diciendo esto le sorprendí agarrando su mano y con una de mis inmovilizaciones preferidas de Aikido, cuyo nombre técnico y en japonés es Ikkyo, le retorcí la muñeca hasta dejarlo de rodillas en el suelo. Luego le arranqué la cámara y la colgué de mi cuello para que no estorbara a los movimientos de mis manos. Él quiso contrarrestar el ataque pero la presión, ahora más fuerte, hizo que desistiera de todo intento.
Así nos quedamos; cada vez que el “gladiador” intentaba levantarse, una nueva y más dolorosa presión con las tenazas de mis manos le empujaba hacia el suelo haciendo que aullara de dolor.
A los gritos del infeliz acudió una pareja de carabinieri, alarmados por el inusual caso, un turista agrediendo a un romano del Coliseo.
—Bon yorno, prego, ¿cosa fa con questo modali siñore? —me preguntó uno de ellos sorprendido.
—Bon yorno agenti—le dije con total tranquilidad y sin desistir en la inmovilización de mi presa—questo uomo a pretendito usurpare la mía camera, Io no boglio problemi, ma le prego la presta detencione dei manganti.
—Trancuilo siñore, questo elementi fa molto yorni que andiamo in suo paraderi. ¡Presto, papeli! —el carabinieri se dirigió al alborotador demandándole la documentación, estaba claro que se trataba de un inmigrante ilegal reconvertido en centurión.
Allí mismo fue esposado para ser conducido más tarde hasta la comisaría.
—¡Quina vergoña di romano! —exclamé cuando se lo llevaban hacia el coche policial.
—No siñore, il susodicci no e romano, avemo informacione oficiale de la sua prosedenza, e un rumano sensa papeli. Arrivederchi y graccie mile per la sua ayutta.
—Ciao agenti—respondí cordialmente.
Introdujeron al rumano en el vehículo policial y se marcharon sin más. Cuando pasaban a mi altura percibí la mirada de rabia que me dedicaba el vencido , a lo que respondí alzando el puño y bajando de golpe el dedo pulgar en señal de derrota para él y victoria para mí.
—¡Menudas fotos he sacado con la refriega que ha tenido usted con el romano! —me dijo un compatriota que había presenciado toda la escena y con la alegría de el paparazzi que ha logrado una buena exclusiva.
—¡Rumano, amigo...!, “rumano”. No confundamos.





10 comentarios:

Sonia Antonella dijo...

jajajajja para llevar ese viaje por siempre en la retina...a donde se ha visto que hay que pagar por una foto.
Bue...algo parecido me sucedió cuando viajé a Bariloche,Argentina...allí predominan los perros San Bernardos.Muy acicalados eso sí,listos para la foto.También había que pagar por sacarse una foto con esos enormes perros montañés...no me enrosque con nadie,solamente disparaba mi camarita disimuladamente y ya!!

Amigo Andrés,tienes mucho que contarnos de esos apasionados Italianos...jajajaja pa no decir Romanos o rumanos?


Buena anécdota.


besitos
soni

stella dijo...

Cuando estuve en Roma hace años, decidó que habria de bolber porque es una ciudad fascinante
Me alegra quenla hayaus disfrutado n abrazo
Stella

fonsilleda dijo...

Jajajajaja. Ya veo, ya, que la visita ha sido fructífera en historias y anécdotas (incluídas invenciones varias, que no se alejan casi nada de la realidad).
Te echaba de menos.
De Roma no digo nada pero hago una pregunta ¿y el caos circulatorio?.
Bicos

Jesús Caudevilla dijo...

¡Feliciades, Andrés! Yo estuve el año pasao en Roma y vine encantado.

Anhermart dijo...

Sonia:
Los romanos inventaron lo del "diezmo" y estos de ahora siguen fieles a sus ancestros.
Gracias por comentar.

Anhermart dijo...

Stella:
Gracias por pasarte por aquí y comentar.

Anhermart dijo...

fonsilleda:
Ese caos que dices es cierto, creen que todavía conducen cuadrigas, van desbocados.
Saludos y gracias por tu comentario y visita a mi blog.

Anhermart dijo...

Jesús Caudevilla:
Te agradezco especialmente tu visita a mi blog.Bienvenido a él.
Un abrazo

Foglietti dijo...

Muy bueno! Hoy lo he podido acabar de leer, que el otro día lo tuve que dejar a medias.

Lluís dijo...

En clave de humor retratas bien lo que es Roma hoy: las ruinas de lo que fue majestuoso y la realidad de lo que es Europa hoy en dia: crisis, inmigracion sin papeles y el timo al turista.
Humor mortadelesco y elaborado (tu sabes latin.. ) y conocimientos de Roma inyectados en cada frase (lupa es mujer de la calle ), tu perfecto italiano a base de Eurovision y Jimmy Fontana o Franco Battiato (que te los dejas), y lo mas surrealista es mencionar a Bruce Lee en una pelea en latino-rumano. Ha sido como una suma de topicos y realidades.
Por cierto, el ikkio lo he visto y todo..