viernes, 16 de julio de 2010

El cementerio de las mariposas.





Apenas salió el sol aquella mañana, y comenzó a calentar los campos cercanos a la barraca de Mariano, solitario habitante de avanzada edad, una espesa nube coloreada se elevó desde el suelo como obedeciendo una orden. Miles de mariposas de todos los tonos posibles de color se movió como una sola en un aleteo sordo e intermitente. Sobre el amarillo del trigo avanzaba una sombra relampagueante poblada de innumerables puntos de luz. La marea de frágiles alas se dirigió hasta la finca del anciano y luego se filtró por todos y cada uno de los espacios abiertos de la pequeña casa.
Mariano, sentado en su hamaca, se dejó envolver por el enjambre coloreado convirtiéndose en mero espectador a la vez que anfitrión obligado de los curiosos huéspedes.
Las mariposas ocuparon todo durante algunos minutos, revolotearon incansables por paredes y muebles, salían por una ventana y después entraban por otra como buscando algo que parecían no encontrar. Él, imperturbable, disfrutaba del espectáculo sin mover un solo músculo. Para no interrumpir los movimientos de los insectos dejó, durante la visita de estos, de balancearse en su hamaca como acostumbraba a hacer mientras tomaba una taza de café. Algunas mariposas, las más atrevidas se posaban sobre sus hombros, cabeza y manos. Parecían olisquearlo todo y tener más curiosidad en él que en la taza que sostenía en su mano. Tal vez el aroma de coñac que emanaba del café era un repelente para su fino olfato, no así el after shave de su cara ya que iban y venían sin descanso turnándose en libarlo como si estuviera hecho de alguna esencia de flores.
Las había de todos los tamaños, formas y color. Las figuras geométricas de sus alas pugnaban a cual más imaginativa provocando una visión caleidoscópica de una belleza indescriptible. Los ojos de Mariano eran insuficientes para retener tanta maravilla al mismo tiempo pero cualquier intento por evitar la saturación de color era en vano ya que si los cerraba seguía viendo con toda nitidez el espectáculo a través de sus parpados. No se inquietaba por todo ello, estaba acostumbrado a esa situación ya que se venía repitiendo desde el comienzo de la primavera. No podía comprender de donde salían todos aquellos minúsculos ángeles alados, muchas de las especies no las había visto en su vida, ni siquiera conocía su existencia. Tampoco entendía el misterio de sus visitas frecuentes. Mucho menos aún podía hacerse una idea de el porqué en la insistencia de permanecer en tantas ocasiones junto a él, incluso seguirlo por el campo como una nube dejada llevar por el aire, pero que se movía justo por encima de su cabeza, tomara la dirección que tomara.
Mariano no era un hombre demasiado imaginativo y le venían grandes todas esas especulaciones sobre las señales que nos da la vida, sobre el lenguaje propio del mundo que tenemos a la vista, en el que estamos inmersos y sin embargo desconocemos casi el total de los humanos. Mariano tenía un carácter práctico y poco dado a la espiritualidad, lo mágico o extraordinario por desconocido. Él prefirió siempre no hacerse preguntas y dejarse llevar; “estos bichos están ahí, no me hacen ningún daño, les gusta estar rondando por aquí y punto”, no había más, ¿qué sacaría en claro de empezar a elucubrar teorías absurdas sobre misterios y zarandajas que no tenían ningún fundamento? Aceptaba lo que había y nada más, sin planteamientos que no conducían nada más que a calentarse inútilmente la cabeza. Aceptaba las reglas del juego de la naturaleza y dejaba hacer sin interrumpir su proceso. Pocas veces interfería y cuando lo hacía era siempre por puro instinto de conservación; no admitía en su hábitat ratas, serpientes o alacranes, animales que podrían ser letales para su salud. Por lo demás, no usaba nunca insecticidas o herbicidas, trataba por todos los medios de vivir en armonía con su entorno y de la manera más natural.
Tal vez tomó esa decisión para compensar su actitud ante la vida en el pasado lejano, cuando llegó a hastiarse de convivir con la muerte a diario; cuando era mercenario en guerras que nada le incumbían.

7 comentarios:

apm dijo...

Pues yo no creo que sea el cementerio de las mariposas... más bien es un renacer que un cementerio, es más Andrés, las mariposas justamente no son seres que entiendan de cementerios, sino justo de renaceres ¿no te fascina el hecho de que de una oruga fea salga al cabo de un tiempo un hermosisimo animal, completamente diferente?, ¿a que sí?...
debemos renacer, como las mariposas... intentarlo por lo menos!.

Un besote gordisísimo

Anhermart dijo...

Hola apm:
Correcto; y precisamente de eso trata esta historia, que si te has fijado en la etiqueta, es un fragmento de una novela que estoy escribiendo y en la cual el tema central es el "renacer", pero, ¿de qué o de quién? ahí está el misterio que no puedo revelar por el momento.
Gracias por comentar.
Besos

Carmen Rosa Signes dijo...

Y un bellísimo renacer Andrés, he disfrutado mucho esa invasión de tan hermosos y delicados seres, y más por lo efímera de su existencia. Es un buen adelante de esa novela sin duda, me ha dejado con un buen sabor de boca, y una alegría en el espíritu similar a la que siento cuando veo tan magníficos insectos.
Besos.
Carmen

apm dijo...

Pues no, no me había fijado en la etiqueta... pero toda una pasada !guau!, !una novela!, venga chiquillo, pa lante, !a por ella! ¿y puedes revelar un poquito más si es posible? ¿cual es su título?, ¿tiene un prota o varios? ¿la llevas muy avanzada?, ¿no tienes nervios?... uff!, que pasada!, !fantástico!, !enhorabuena!

Un besote enormísimoooooooooooo

Anhermart dijo...

Hola apm:
No, no me pidas que desvele nada de mi novela. Me hace gracia dármelas de escritor y no revelar nada hasta que la finalice. así me siento como si mi público está ansioso por la entrega de mi nueva obra y yo "gran y afamado autor" les va dando alguna migaja pero dejándolos con la miel en la boca y con ganas de más. Lo de que luego haya valido la pena esperar o el resultado sea frustrante para él...eso ya es otro cantar.
Aparte de la broma te diré que se trata de una familia que se desplaza desde Barcelona a un pueblecito de la Costa Brava huyendo de las molestias de la gran ciudad, en busca de paz. Son una pareja y una niña con problemas. Allí se establecerá una relación extraña entre un vecino anciano y solitario y la niña, que la llevará a despertar la belleza que tiene en su interior, exteriorizar lo que hasta ese momento no ha sabido o podido hacer por sí misma ni con ayuda de sus padres o especialistas. El contacto con un mundo mágico, donde son protagonistas las mariposas, provocan la metamorfosis que la sacan del mundo oscuro en el que vive para hacerle ver en su plenitud los verdaderos colores de la vida que antes le eran negados a la vista y a los sentimientos.
Suena bien ¿verdad? es un reto para mí que voy a intentar llevar a buen puerto.
Estoy en ello, no sé cuanto tardaré en terminarla y si seré capaz de hacerlo pero la idea, que es lo principal, la tengo bien madurada.
Gracias por tus comentarios y besos.

Lluís dijo...

Como relato independiente te lo comento, asi lo he entendido hasta que vi la etiqueta.

Parece que la vida devuelve el orden perdido al que se extravia, al que lo rompe, no siempre dicta sentencia la ley del pendulo o del karma, que te devuelve lo que das, que recives lo que siembras, como un boomerang, no, a veces la vida te provee de lo que realmente te falta, no del castigo.
El tiempo pone todo en su sitio, hace justicia, pero no siempre de la misma manera.

Siempre con tus finales demoledores en consonancia con la morbosidad del titulo, que da pistas subliminales.

Excelente descripcion del espectaculo mariposil.

Felicidades.

Anhermart dijo...

Lluís:
Si algún día llego a adquirir ese refinado instinto para desmenuzar un texto, sacándole la esencia de lo que trata de describir, me dedicaré a comentar relatos con el tino que lo haces tú. Una cosa es escribir y otra analizar un escrito y eso se te da de maravilla.¡qué envidia!
Gracias por tus aportaciones, siempre son muy esperadas.
Un abrazo.