Va cayendo la tarde en la ciudad y conforme la temperatura baja, por la ausencia del sol, el público va desalojando la alegre terraza del Café Turco
Solo algunas mesas, ocupadas por clientes que se resisten tozudamente a dar por terminado su momento de ocio post laboral, permanecen ocupadas. En una de ellas, dos amigos saborean sus respectivos y exóticos tes mientras departen rutinariamente:
—Perdona Valentín, tengo una llamada de casa —Javier presiona levemente con la yema de su dedo índice sobre la micro célula alojada bajo la dermis del lóbulo de su oreja derecha para establecer contacto telefónico con quien le llama.
Valentín, con gesto resignado y tal vez aburrido deja caer los parpados mientras acerca el vaso de té frío a sus labios.
—¿Sí…, quién es? ¿Ocurre algo Vicky? Ninguna emergencia. Bien, en ese caso te tengo dicho que no me llames. Creo que quedó claro; a no ser por una emergencia no me llames al trabajo, no me llames en mi tiempo libre, no me llames por motivos personales. ¿Qué horas son estas, has dicho? Cuando llegue a casa ya hablaremos. ¿Pero estás loca? ¿No me dejarás entrar si llego después de las diez? ¡Esto ya es el colmo! ¿Pero tú quien eres para controlarme?
Volveré cuando me plazca, ¡Sólo faltaba que tengas que ser tú quien me ponga una hora de llegada! Luego hablamos, no te voy a consentir más… ¡Me ha colgado! ¡Esto ha rebasado ya el límite de mi tolerancia!
—Parece que tenemos problemas en casa, ¿eh? —dice socarronamente su amigo mientras mantiene el borde del vaso sobre la comisura de sus labios en gesto burlesco.
—Nada importante, se trata simplemente de efectuar unos ajustes y punto. Eso lo soluciono en un par de minutos en cuanto llegue a casa—Dice Javier tratando de que su amigo entienda que él lleva las riendas del asunto doméstico.
—Será si te deja entrar, ¡ja, ja! —Valentín disfruta poniendo en apuros a su amigo— Mira que te lo tengo dicho: como una mujer nada, donde se pongan un par de buenas tetas… ¡Que la soledad no es buena, Javier…!
—¿Soledad? Amigo, ese es un concepto que se extinguió el siglo pasado —aclara Javier—, ya no hay nadie que esté solo en nuestro mundo.
Después de despedirse de su amigo, Javier, ya en su utilitario y camino del domicilio, vuelve a presionar el adminículo de su lóbulo. Con la voz marca un número telefónico. Cuando le contestan dice con cierta alteración en el tono: “Con el departamento de Domótica, por favor. Servicio de incidencias.”
Solo algunas mesas, ocupadas por clientes que se resisten tozudamente a dar por terminado su momento de ocio post laboral, permanecen ocupadas. En una de ellas, dos amigos saborean sus respectivos y exóticos tes mientras departen rutinariamente:
—Perdona Valentín, tengo una llamada de casa —Javier presiona levemente con la yema de su dedo índice sobre la micro célula alojada bajo la dermis del lóbulo de su oreja derecha para establecer contacto telefónico con quien le llama.
Valentín, con gesto resignado y tal vez aburrido deja caer los parpados mientras acerca el vaso de té frío a sus labios.
—¿Sí…, quién es? ¿Ocurre algo Vicky? Ninguna emergencia. Bien, en ese caso te tengo dicho que no me llames. Creo que quedó claro; a no ser por una emergencia no me llames al trabajo, no me llames en mi tiempo libre, no me llames por motivos personales. ¿Qué horas son estas, has dicho? Cuando llegue a casa ya hablaremos. ¿Pero estás loca? ¿No me dejarás entrar si llego después de las diez? ¡Esto ya es el colmo! ¿Pero tú quien eres para controlarme?
Volveré cuando me plazca, ¡Sólo faltaba que tengas que ser tú quien me ponga una hora de llegada! Luego hablamos, no te voy a consentir más… ¡Me ha colgado! ¡Esto ha rebasado ya el límite de mi tolerancia!
—Parece que tenemos problemas en casa, ¿eh? —dice socarronamente su amigo mientras mantiene el borde del vaso sobre la comisura de sus labios en gesto burlesco.
—Nada importante, se trata simplemente de efectuar unos ajustes y punto. Eso lo soluciono en un par de minutos en cuanto llegue a casa—Dice Javier tratando de que su amigo entienda que él lleva las riendas del asunto doméstico.
—Será si te deja entrar, ¡ja, ja! —Valentín disfruta poniendo en apuros a su amigo— Mira que te lo tengo dicho: como una mujer nada, donde se pongan un par de buenas tetas… ¡Que la soledad no es buena, Javier…!
—¿Soledad? Amigo, ese es un concepto que se extinguió el siglo pasado —aclara Javier—, ya no hay nadie que esté solo en nuestro mundo.
Después de despedirse de su amigo, Javier, ya en su utilitario y camino del domicilio, vuelve a presionar el adminículo de su lóbulo. Con la voz marca un número telefónico. Cuando le contestan dice con cierta alteración en el tono: “Con el departamento de Domótica, por favor. Servicio de incidencias.”
2 comentarios:
Jaja, muy bueno, me ha gustado este juego que te has traído con el texto. Un buen final sin duda. Interesante y muy bien llevado.
Besos.
Carmen
Gracias Carmen
Eres muy generosa en tu comentario.
Besos.
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