jueves, 28 de noviembre de 2013

Jennifer, ¿tú has notado algo?






Se ve que, sin saberlo, he pasado una noche turbulenta porque esta mañana me he levantado cansado, como si hubiera estado haciendo un duro ejercicio durante largo tiempo.

Nada más  poner un pie en el suelo me ha venido a la cabeza la imagen de Jennifer López. En ese momento, y aunque de forma difusa, he comprendido a quién debía el extraño agotamiento general de mi cuerpo. He visto claro que era por haber estado soñando con ella.

He intentado, acto seguido, rebobinar el disco duro de mi cabeza, entusiasmado, con la vana esperanza de visualizar los fotogramas de la película de ese sueño. No he tenido éxito; como siempre, al menos a mí me ocurre indefectiblemente, cuanto más me he esforzado en recordar más difuso y lejano se hacía ese sueño; hasta el punto de no recordar absolutamente nada. Una única imagen; Jennifer vestida de camarera de hotel y sin movimiento alguno, solo esa imagen fija como una fotografía.

El asunto está claro; anoche vi en televisión una película suya en la que encarnaba (nunca mejor dicho) a una camarera de hotel de la que se enamora un personaje del panorama político norteamericano. 
A lo largo de la mañana he ido dando vueltas al asunto y llegado a una decisión, buscar el email de Jennifer en la Red y enviarle un correo con una simple pregunta: “Jennifer, ¿tú has notado algo?”

Ya sé que nos separan 8.000 kilómetros y que lo que haya habido entre ella y yo pertenece  a ese mundo desconocido de lo Onírico pero, ¿quién nos asegura a ciencia cierta que es solo una fantasía de nuestro cerebro lo que vivimos cuando soñamos? Si estamos en un mundo globalizado donde todos los pueblos están interconectados en el plano físico, ¿por qué no puede ser que también sea así en el otro, en el virtual o inmaterial?...que es donde se supone que se desarrolla toda esa actividad psíquica, incluidos los sueños.
  
No deja de ser una putada que seamos conscientes de nuestro cuerpo, nuestro entorno…de todo lo exterior a nosotros y sin embargo ese otro “Yo” oculto de nosotros mismos vaya a su libre albedrío sin darnos la oportunidad de controlarlo.

¡Me niego!, no acepto que no seamos conscientes de esa parte inconsciente que, siendo la otra parte de un todo, que somos nosotros, no tengamos control sobre Él. ¿Somos dos individuos en uno? Si es así, ¿qué sentido tiene que no nos conozcamos mutuamente y podamos interactuar a voluntad bilateralmente?

No me conformo, necesito tomar las riendas de “mi Todo” al completo. Exijo conocer todo el paquete, no ser consciente tan solo de una parte.

Cada vez estoy más convencido de que la clave de esa falta de control se encuentra en mi niñez y la culpable no es otra que la mismísima  Iglesia Católica. Me explico: de niño fui abducido por esa secta milenaria invasora de conciencias. Sí, como suena, ellos son los culpables de esa desconexión entre mis dos “Yo” ya que una vez abducido me implantaron un chip virtual en el cerebro, lo llaman autocensura y su finalidad no es otra que la de evitar el recuerdo consciente de todo  acto libidinoso de pensamiento. Ese chip actúa de manera que nos resulte imposible recordar, una vez despiertos, cualquier sueño de contenido inmoral, impuro y pecaminoso según su criterio.

De esa manera no hay remordimiento por los actos cometidos en el sueño, que es donde damos rienda suelta a nuestro verdadero y más puro “Yo”. Donde nos manifestamos como en realidad somos, no como nos han enseñado a ser, o creer que somos.

Aquellos alienígenas con sotana negra me abdujeron y manipularon a su gusto cuando más indefenso y frágil era, en la  niñez; que es cuando el individuo es más manipulable.

Y digo alienígenas  con toda legitimidad ya que fue su propio jefe el que en un momento glorioso de su exiguo paso por nuestro planeta dijo aquello de: “Mi reino no es de este mundo”. ¡Más claro el agua! Llegó, inoculó el germen y se fue tan pancho. Luego sus agentes, repartidos por lugares estratégicos de nuestro mundo, se encargaron del resto; distribuyeron millones y millones de implantes en nuestros cerebros obteniendo una cosecha provechosa y duradera. Hoy somos más de dos mil millones de infectados o abducidos contra nuestra voluntad.

Llegados a este punto me veo en la necesidad de encontrar una justificación a mi “infidelidad” conyugal y virtual, o presunta infidelidad cometida por el hecho de haber tenido un afer con Jennifer. Para nivelar la balanza o buscar el equilibrio necesario en mi conciencia voy a echar mano de una teoría: El efecto mariposa, que viene a decir algo así:

“Concepto que hace referencia en la noción del tiempo a las condiciones iniciales dentro del marco de la teoría del caos. La idea es que, dadas unas condiciones iniciales de un determinado sistema caótico, la más mínima variación en ellas puede provocar que el sistema evolucione en ciertas formas completamente diferentes. Sucediendo así que, una pequeña perturbación inicial, mediante un proceso de amplificación, podrá generar un efecto considerablemente grande a mediano o corto plazo de tiempo.

Su nombre proviene de las frases: "el aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo" (proverbio chino) o "el aleteo de las alas de una mariposa puede provocar un Tsunami al otro lado del mundo" así como también "El simple aleteo de una mariposa puede cambiar el mundo".

Este nombre también fue acuñado a partir del resultado obtenido por el meteorólogo y matemático Edward Lorenz al intentar hacer una predicción del clima atmosférico.”

Entendido esto es fácil aceptar que el simple movimiento de las espléndidas nalgas de Jennifer y sus consecuencias en cadena, a través del espacio y el tiempo, termine por desencadenar un Tsunami de proporciones desconocidas, levantando una marea de penes, al estilo de ola gigantesca, como se puede ver en cualquier estadio de fútbol, de consecuencias impredecibles.

El eco de ese fenómeno, tal vez, sea la causa de mi agotamiento nocturno y el motivo de haberme levantado esta mañana con un cansancio general y del que no me queda siquiera el consuelo de haberlo disfrutado.

Es como esa frustración que te queda después de haber corrido absurdamente 10 kilómetros, sin alcanzar más premio que el propio reconocimiento, ya que no lo has hecho obligado por nada ni nadie.

Solo me queda la esperanza que por lo menos me haya comportado esta noche pasada, que haya dado la talla en mi encuentro con la divina culona. Que haya dejado bien alto el pabellón y la marca España no se cuestione por mi culpa.

Al despertar tenía claro que iba a escribir esto y así lo he hecho a lo largo de esta misma mañana y entre corte y corte de cabello, en mi establecimiento.

Esa es otra, ¿Cuándo di permiso yo para que la vida me hiciera barbero si a mí lo que me gusta es escribir, filosofar, divagar…y todos los “Ar” que estén relacionados con el mundo de la fantasía y lo extraterrenal?
Pensándolo bien y como diría mi tocayo Conan el Barbero: “…pero esa es otra historia”.
¡Jennifer, Jennifer…que no eres buena!...aunque lo estés.

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