En homenaje a quien inspiró mis primeros pasos en el humor desde niño.
─ ¡Buenos días!
─ ¡Buenas tardes!
─Eso se lo dirá usted a todas.
─Eso se lo digo aquí y en la cama.
─ ¡Menos lobos Caperucita!
─Y usted que lo vea.
─ ¿Tienen ustedes alcachofas con anchoas?
─De eso nada monada.
─Menos mal, entonces deme usted una hora convenida.
─ ¿Cual le interesa? ¿La hora de la verdad? ¿La hora nona?
─No, más bien querría una de sesenta minutos, pero bien servida.
─ ¿Y los cuartos?
─ ¡Ni hablar, de sesenta minutos; ni uno más ni uno menos!
─Me refiero al parné, la pasta gansa…
─De pasta de boniato me he quedado yo, ¿hay que pagar encima?
─Y debajo…
─ ¡A buenas horas mangas verdes…! ¿Y al punpún?
─Al punpún y al vino, vino ¡no te fastidia!
─Es que yo quiero la Hora Happy, y esa es Free.
─ ¿En qué quedamos: la Free o la Happy?
─Me es inverosímil una que la otra.
─ ¡O estamos a Rólex o estamos a setas!
─Es que la Happy Hour es Free mayormente, a ver si me entiende.
─No señora, no la entiendo porque las horas convenidas son de pago religioso.
─Soy ateo.
─¡Será atea!
─Ateo, ¿no ve el bigote?
─Mi señora también lo lleva y es practicante.
─ ¿Su señora pone inyecciones?
─No, prácticamente ya lo ha dejado. Ahora lleva bigote.
─ ¿Lo lleva a horas convenidas o a jornada completa?
─Ahora precisamente hace el cuarto turno.
─ ¿En la hora Free o en la Happy?
─En la que usted guste.
─El gusto es mío.
─En buena hora.
─ ¿En la Free?
─No, mejor en la Happy.
─ ¡Buenos días!
─ ¡Buenas Tardes!
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