miércoles, 27 de octubre de 2010

El paciente Cha Lao.




Ilustración a plumilla y tinta china de Andrés Hernández-1979


Stewuart Shithead, de profesión vaquero errante de las praderas del viejo Oeste, andaba transitando aquella mañana de invierno por las inmediaciones del río River tratando de vadearlo por alguna parte. Su intención de ir al otro lado era por la imperiosa necesidad de pedir empleo en una granja de ganado vacuno en donde, según le indicaron las hermanas Sister —que regentaban el Saloon de Hungry Town—necesitaban personal para conducir las reses hasta la feria de Scarborough Fair.

Como Stewuart no tenía otra cosa más provechosa que hacer en aquellos momentos de su vida decidió ponerse en camino, tomó su caballo, lo colocó bajo sus nalgas y al trote, que no galope, fue en busca de fortuna con la seguridad de que allí podría pasar los rigores de esa época del año tan inconveniente para el que, como él, le gustaba la libertad de los campos y la soledad de los espacios inmensos, de las llanuras.

Deambulaba de un lado para otro sin encontrar por donde pasar el caudaloso río River cuando de pronto escuchó una voz a su espalda que le sobresaltó:
—Inútil buscal solución.
—¿Quién eres tú, viejo?—preguntó sorprendido Stewuart ante la aparición de la nada de un hombrecillo de ojos rasgados que le sonreía socarronamente.
—Yo viejo chino de nomble Cha Lao que complende tu intención pelo que te dice : no posible cluzal glan lio en época año esta.
—¡Qué sabrás tú, viejo loco!—dijo el cawboy antes de soltar un asqueroso escupitajo cargado de tabaco mal triturado por sus escasos dientes—, el nivel de estas aguas no pasa más allá de la grupa de mi caballo, puedo atravesarlo sin problema.
—Yo digo no, caballo y tú ahogal si intental. Lluvia mucha en dos semanas y plofundidad glande ahola.
—¿Tienes una opción mejor acaso? —preguntó el vaquero apoyando sus dos manos en el soporte de las riendas de la montura mientras echaba el cuerpo hacia delante en claro gesto de impaciencia.
—Clalo, yo tengo—respondió el chino al tiempo que indicaba con la mano la dirección en la que, pocos metros más allá, se encontraba una pequeña barca que permanecía atada en la orilla del río—, mi modesta balca puede tlanspoltal tú a destino.
—Ahí no cabemos mi caballo, tú y yo, ¡bonita solución, viejo!
—Equivocado cuán tú eles.
—No me hagas perder más tiempo, por algún lado el nivel será lo suficientemente bajo como para que podamos pasar tranquilamente. Aparta y déjame que busque por ahí.
—Yo digo cielto, agua es mucha y plofundidad glande. Caballo muelto y tú, si sabel nadal, tal vez vivo.

Stewuart, harto ya de tanta tontería, se alejó un trecho y se introdujo en el agua espoleando a su montura. Apenas entraron ambos en el cauce del río el caballo perdió el equilibrio por la bravura de la corriente, por lo que a punto estuvo el jinete de ahogarse por su poca pericia en nadar. Salieron como pudieron hasta la orilla acompañados por la risita burlona del chino y el consecuente enojo del vaquero por verse en ridículo.
—Yo avisal antes, tú no escuchal.
—De acuerdo, ¡maldita sea mi estampa! ¿qué propones? —dijo de mala gana Stewuart mientras se acercaba a Cha Lao escurriéndose las ropas, mojado hasta el sombrero.
—Yo cluzo tu caballo en mi balca a otlo lado. Dejo allí y volvel a ti, yo cluzo tú otla olilla y tú y caballo malchal destino.
—¿De cuánto estamos hablando? —preguntó con impaciencia el vaquero y molesto porque al final el viejo se saldría con la suya.
—¡Equivocación!, yo no pedil nada, solo hacel favol. Yo antes en buenos tiempos tlabajo en felocalil pelo telmina tlabajo y yo quedal aquí pala ayuda vaquelos pasal otlo lado. Solo voluntad pala yo come cada día.
—Bueno, eso ya está mejor. Veamos; ¿un dólar estaría bien por el servicio?
—¡Malavilloso, yo agladecido y sielvo tuyo siemple con dolal! Yo suelte este día—terminó diciendo Cha Lao haciendo mil reverencias de agradecimiento.
—O.K., no se hable más, subamos el caballo en la barca y adelante—dijo con energía el vaquero mientras pensaba que había engañado al fin al viejo como a un chino: “En cuanto me encuentre al otro lado le corto la soga… ¡y que se olvide del dólar! ”.

El viejo Cha Lao ayudó al jinete a colocar al caballo en las reducidas dimensiones de la barca, subió él en ella y comenzó a tirar de una maroma que se prolongaba hasta la otra orilla. Aunque la corriente del río hacía ir a la embarcación ladeada, el viejo chino parecía tener una fuerza poco habitual para su edad ya que conseguía mantener el rumbo en línea recta. Tardó algunos minutos, menos de los que el sorprendido vaquero esperaba, pero por fin arribó hasta la otra orilla del río sin problema alguno. Cuando hombre y animal estaban en tierra firme Stewuart comenzó a tirar para su lado del otro extremo de la cuerda para acercar la barca hacia sí. Cha Lao inmediatamente cortó el cabo de su orilla de un certero navajazo.
—¿Qué haces loco? —preguntó vociferando desde el otro lado Stewuart y comprendiendo en el acto el engaño del que era victima.
—Viejo Cha Lao ya en paz, yo antes caballo como tú tenel hasta que indio engañal con balca. Tú espelal otlo vaquelo quiela atlavesal y tú tenel caballo entonces.
—¿Cuándo ocurrió eso? — preguntó desesperado Stewuart.
—¡Oh, eso oculil hace tleinta años! Tú sel paciente como Cha Lao, siemple venil algún plingao. Ahola yo vaquelo y pedil tlabajo pol fin en glanja, ¡yiiihaaaa…! —dijo al tiempo que espoleaba al caballo y salía al galope en busca de su nueva vida.


2 comentarios:

Lluís dijo...

A destacar que también, y tan bién, esgrimes (de esgrima) con la pluma estilográfica como lo haces con la de escritor (valga hoy en dia teclado y ratón).

El título una vez más nos dá pistas sobre el desenlace, y el lector de nombre "incauto" (o sea yo) una vez más vuelve a olvidarse del detalle hasta que lo vé al acabar.

Un cuento que a demás de enseñarnos inglés de Estados Unidos y retratarnos la vida de esa época con gran rigor, solo podia acabar con un final digno de los personajes que salen, con una moraleja que tiene poca moraleja, como las españoladas o las pelis de Bruce Lee de imitación, pero eso si, manteniendo la dignidad de los grandes relatos.

Un abrazo.

fonsilleda dijo...

Tenía que ser el River, siempre supe que ese río era harto difícil de cruzar y lo suficientemente profundo para que tontos cayeran en trampas de chinos listos.
Jajajajajaja.
Buena historia que no es tal sino la fábula "de marras", buen chino, buen título y estupendas letras, como siempre.
Además de muy visual y "peliculable".
Bicos.