lunes, 13 de septiembre de 2010

Termina la contienda, comienza la barbarie






En una humilde casa en el campo, de cualquier pueblo que cree ingenuamente que la guerra ha terminado para siempre.

Lola llama a sus hijos desde la ventana de la cocina de su casa. Los tres niños de entre seis y once años están jugando en el camino de tierra a perseguir a las golondrinas que una y otra vez, incansables, dan pasadas en vuelo raso en ambas direcciones.
Es una tarde calurosa del mes de agosto de 1940.
Lola insiste en ser oída por los niños mientras su mirada está fijada en la lejanía.
Un grupo de seis hombres avanza, entre cánticos con consignas de alabanza a la patria, desde el horizonte de una loma por donde se esconde el sol lentamente. Atardece y las figuras humanas adquieren un aspecto fantasmal por efecto del contraluz. Ese detalle no impide que Lola vea que van armados con fusiles.
Ella insiste en hacer entrar a los niños en casa y cuando lo consigue, a fuerza de gritos, se sienta en una silla baja de anea frente al hogar. A la espera. Remueve las cenizas distraídamente avivando los rescoldos de las brasas, ya casi extinguidas, que quedaron al mediodía.
Los pequeños, intuyendo algo malo, se refugian en el cuarto de sus padres, silenciosos, atemorizados.
Lola espera hasta escuchar los golpes secos y contundentes en la puerta de entrada. Cuando abre ve seis rostros jóvenes, alguno conocido del pueblo de al lado. Incluso otro de ellos es el hijo mayor de una antigua compañera suya de escuela.
—Hola señora, ¿podemos pasar un momento?
—Hola muchachos, pasad, pasad, ¿necesitáis algo; agua, comida?
—No señora, solo veníamos a preguntarle por Paco.
—¿Paco?
—Sí, Paco, su marido. ¿A qué hora vuelve del campo?
—No tardará mucho, está a punto de llegar, ¿necesitáis algo de él?...si puedo ayudaros yo no hace falta que lo esperéis. A veces se entretiene un poco fumándose un cigarrillo al terminar las labores. Se sienta sobre una peña y dice que le encanta ver como se pone el sol. ¡Este Paco mío tiene unas cosas…!
—Sí, bueno…queríamos hablar con él, nada importante, pero tiene que ser con él.
—Pasad y sentaros, ¿queréis tomar algo?
—No, no se moleste mujer…
—No es ninguna molestia. Esperad un momento y os sirvo un poco de vino del que cosecha mi marido y algo de embutido de la matanza.
—No es necesario, de verdad; solo estaremos un momento, hasta que llegue Paco y hablemos con él.
—Bueno, de todas formas dejadme que os invite. Seguro que la caminata desde el pueblo os ha dejado la garganta seca con esa polvareda que hay desde que no llueve una gota.
Los jóvenes terminan por sentarse alrededor de la mesa de la cocina. Ante la insistencia de Lola se dejan convidar y agradecen haberlo hecho por la buena calidad del vino de Paco, y sus embutidos.
Terminan con una buena jarra de vino y un par de tripas de longaniza y chorizo, acompañados de pan hecho en casa por la propia Lola.
Ella va asomándose de vez en cuando a la ventana para ver si su marido está llegando. Tiene esperanza de que lo que imagina sean solo conjeturas suyas sin sentido.
—Ya está aquí muchachos. Ahí viene por el camino de la era.
—Gracias por la invitación—dice el que aparenta más edad al tiempo que sale fuera de la casa, siguiendo al resto del grupo que ya se dirige al exterior.
—Muchacho—dice Lola con el rostro compungido, como en una súplica—, a mi Paco se lo llevaron a la guerra en contra de su voluntad.
—Sí, sí, ya lo sabemos. Usted no se preocupe de nada.

Lola se introduce en su cuarto, donde los niños permanecen agazapados en un rincón, se pone en cuclillas y los abraza entre sollozos.
Así permanecen, en silencio, interminables minutos hasta que el eco lejano de disparos da comienzo al drama.

En días sucesivos van perdiendo la vida uno a uno los seis jóvenes, no sin antes soportar crueles sufrimientos provocados por envenenamiento.

4 comentarios:

fonsilleda dijo...

Lola lo sabía ya y se adelantó en su vengtanza.
El primer relato que leo de una "crónica de una venganza anticipada".
Me ha encantado y me ha puesto los pelos de punta al intentar ponerme en su lugar.
Bicos.

Lluís dijo...

Te estás superando, y me estás superando cada vez más como incauto lector que cree que domina en todo momento la historia, cada vez con mayor contundencia, cada vez con mayor elegancia.

No te hace falta complicar la historia y llevarme en una dirección para luego hacer un quiebro que me sorprenda, con un argumento simple ya lo logras.

Anhermart dijo...

fonsilleda:
Me alegra que te haya gustado este relato.
Gracias por tu comentario.
Besos.

Anhermart dijo...

Lluís:
Mantener esa dinámica; sorprender siempre aunque los que me leen ya empiecen a esperar lo inesperado, es lo que debo tratar de perseguir para no caer en la rutina y ser original.Creo que el escritor debe ser siempre innovador, inesperado...crear constantemente un interés en los que le leen, y eso solo se consigue siendo en todo momento principiante, no creer nunca que sabes algo.
Un abrazo y gracias por tus comentarios.