martes, 15 de diciembre de 2009

El último de la estirpe.









Estamos en Transilvania, cuya capital es Cluj, región ubicada en la parte central de Rumania, junto a los montes Cárpatos. El paisaje es muy característico debido a su relieve montañoso, espesos bosques y misteriosos castillos. Uno de ellos es el archiconocido por el nombre de Bram, con sus once torres, cerca del lago de Rosu., en Sighisoaraen, en lo alto de una meseta en donde se inicia una ruta de fortalezas y leyendas. Allí fue donde vivió el cruel Vlad Tepes. Este príncipe sanguinario fue hijo de Vlad Cracul.

Está atardeciendo. Entre niebla y semi oscuridad se aprecia la recortada silueta del castillo de Bram. Dentro de sus viejas piedras sobreviven enclaustrados desde tiempo inmemorial sus dos únicos ocupantes. Uno es el propietario y descendiente de una antiquísima estirpe, el otro es lo que queda de la plantilla de siervos a su servicio.

El señor está profundamente dormido en su sarcófago cuando se le acerca el criado alterado y sudoroso para, zarandeándolo vigorosamente, despertarlo de su descanso.
─¿Qué ocurre, demonios?--dice el señor al despertar de forma tan convulsa.
─Ya ha comenzado, amo—el siervo no puede contener su intranquilidad.
—¡Hijo de un montón de ratas sifilíticas!—comienza por decir el señor como es su costumbre.
—Gracias, heredero magnánimo, por la alta estima en que me tiene.
—¡Que mil culebras te entren por todos los orificios de tu tarado cuerpo y se te alojen en los intestinos!
—No caerá esa breva mi señor—responde el siervo con los ojillos ensoñadores ante tal deseo de su amo.
—¡Que una hiena podrida te coma los ojos y los eche por el culo para servírtelos de cena!
—¡Ay señor, me pone la hiel en la boca para después quitármela sin piedad!
—Te voy a arrancar el hígado y voy a defecar sobre él antes de metértelo por esa garganta cloaquera!
—¡Promesas, promesas…!—añade el lacayo halagado y fingiendo desolación. Luego se dirige a su iracundo amo para decirle—: ¿Ya está mejor señor y maestro mío?
—Mucho mejor, perro. Cuando se me despierta en hora tan intempestiva necesito ese desahogo, ya lo sabes. Y ahora espero por tu bien que lo que tengas que decir sea algo que justifique tu herejía o por el contrario te parto en cien pedazos, los adobo en estiércol y se los echo a los cerdos.
—Ya lo creo, mi amo, el asunto es de mortal importancia.
—¡Habla y no me coagules la sangre de la cabeza, mofeta estéril!
—Ya ha comenzado—dice el sirviente lacónicamente, sabiéndose poseedor de la atención del Príncipe.
—¿Ya ha comenzado , qué, cabestro anoréxico?
—La tala de árboles, eminencia.
—¿Esos cafres lugareños han comenzado a talar otra vez?—exclama descompuesto el señor de Bram.
—Desgraciadamente sí, mortífero amo.
—El aviso era necesario, lo reconozco, pero como sabes; desde la tala hasta la culminación del proceso hay un largo trecho y tú, ruin ácaro amorfo, me has despertado a media tarde…y eso se paga.
—Lo entiendo, mi señor, por eso vengo ya preparado de antemano. Vea, aquí tiene todo lo necesario: tenazas, látigo de bolas con púas, bota malaya, tijeras con dientes herrumbrosos…
—Calla, calla, no me importunes más con tus caprichos sádicos, perro sarnoso. Tengo la suficiente imaginación y recursos para actuar por mi cuenta sin tu asesoramiento, pero he pensado que lo que más te va a doler es mi indeferencia, por lo que te indulto del castigo. Sí, eso voy a hacer—suelta el amo como jarro de agua fría para el criado.
—¡No, por lo que más odie, mi guía y protector maestro, no me haga eso! No podré vivir con esa vergüenza. Debe castigarme como Satán manda, ¡por favor!
—Escarabajo envuelto en babas de serpiente…calla y asume lo que se te encomienda. Y ahora déjame en paz hasta que caiga la noche.

Dos semanas después:

—¡Mi señor, mi amo!
—¡Mmmmhm! No grites de esa manera o te reviento, sapo ulceroso. Anoche me pasé un poco con la sangre en mal estado de un campesino con escorbuto y tengo la cabeza para reventar.
—Perdón señor, que os despierte a las cinco de la tarde pero la urgencia de la noticia lo requería—se disculpa el ayudante de cámara.
—¿Qué ocurre ahora rata tuberculosa?
—Los aldeanos ya han empezado a afilar las maderas.
—¿Quieres decir, carroñero mezquino, que ya están preparando las estacas?—el soberbio conde está alarmado de verdad.
—Efectivamente amo, es un no parar. Les han entrado unas prisas que a este paso la tercera fase es inmediata.
—Bueno, bueno, no llamemos al buen tiempo. Vamos a serenarnos. Cuando están en la fase del afilado significa que aún tenemos un tiempo prudencial de tregua para tomar decisiones finales.
—Temo por vos Maestro, por vuestra integridad física—responde el mayordomo con muestras de apenamiento en el rostro.
—¡Métete tus temores en tu apestoso esfínter y luego los escupes por la boca!, ¡quién eres tú para temer por mi seguridad, burro con metástasis! Creo que un día de estos te voy a deshacer en ácido de cintura para abajo y te voy a colocar dos sapos en las cuencas de los ojos para usarte de gárgola en la torre número siete.
—Las palabras se las lleva el viento señor. Promesas que no se cumplen, ¿para qué formularlas?
—Déjate de deseos irrealizables y seamos prácticos; ¿cuánto tiempo estimas que disponemos hasta que llegue lo inevitable?
—Dos semanas, tal vez una mi señor.
—Bien, mientras eso ocurre métete en un cubo de mierda y no oses molestarme hasta entonces, perro.
—Así lo haré encantado, amo, ¡por fin algo de reconocimiento!—dice con chirivitas en los ojos el esclavo.
—¿Qué has dicho al final, grajo?
—Por fin algo de movimiento, mi señor.
—¡Mmmmh



Cinco días después:

—¡Señor, señor! Ya ha llegado el momento. No hay más cera que la que arde. Se acabó lo que se daba. Aquí no hay más tu tía…
—¡Calla, amasijo de vísceras cancerígenas! Deja de chillar como una jauría de arpías. ¿Qué pasa ahora, disminuido del averno?
—Tercera fase, gran referente espectral—dice el lacayo en tono triunfal mal disimulado.
—¿Ya?, ¿estás seguro de lo que dices, zombi gusanero?
—Como esta oscuridad que nos ofusca, efendi del mal. La serpiente incandescente ya avanza, montaña arriba, por la senda .Son doscientos hombres, antorcha en una mano y estaca en la otra.
—Entonces ya no hay más demora, feto varicoso. Hay que proceder al plan final. Ven y observa la grandiosidad de la mente de quien manda sobre tu precaria existencia.
—¿De qué se trata, oh gran gurú?, me tenéis en ascuas por conocer vuestros malévolos planes para la ocasión.

El príncipe tenebroso despliega un gran mapa sobre una de las paredes del salón destinado a biblioteca y el siervo queda boquiabierto sin comprender qué lúgubres propósitos se trae entre manos.
—Mira esto con tus ojos enfermos de ignorancia y aplaude mi proyecto como merece, infame—dice triunfal el señor.
—¿Qué es eso gran instructor?
—A esto se le llama mapa, inepto gusano. He aquí mi plan perfecto: Desde hace ya décadas han ido desfilando de palacio todos y cada uno de mis reales parientes, como bien conoces. ¿A dónde?, preguntarás, saco de cartílagos, a un lugar maravilloso. Cierto es que su clima excesivamente soleado es atroz para los de nuestra estirpe pero no hay lugar conocido en esta abominable Tierra como ese en donde se chupe más y mejor con total impunidad. Todos mis ilustrísimos familiares fueron allí y triunfaron sobremanera. Primero fue mi queridísimo tío, el gran Gilescu, él extendió sus dominios por esta zona de la costa—el señor marca en el mapa ante la atenta mirada de su esbirro, con una de sus larguísimas uñas, la ciudad malagueña de Marbella—, después, mi primo Campescu, se apoltronó en esta otra zona—ahí señala a Valencia—. Uno de los más destacados lo hizo aquí—la uña señala en esa ocasión Barcelona. Y así, uno detrás de otro ocuparon la mayor parte de este litoral, ¿ves?—el príncipe del dolor hace un recorrido en el mapa abarcando toda la costa mediterránea—. Pues bien, ha llegado mi turno, ya estoy preparado para el gran salto. Voy a vivir en un palacio, ocuparé la vacante de mi sobrino nieto Milletscu, el más despiadado chupador que se conoce hasta ahora. ¡Ah… un palacio lleno de música fúnebre para mi solo! ¡Un lugar donde sorber la sangre de sus lugareños con total impunidad! Sencillamente maravilloso.
—¿Y yo, emperador de lo oscuro?—dice alarmado el repugnante adulador.
—¿Tú, sabandija? ¿Acaso no tienes bastante con sacrificarte por mí sustituyéndome cuando llegue esa turba apestosa? ¡Es que lo quieres todo…miserable!

7 comentarios:

Froiliuba dijo...

Me encanta!!!! ajajaj me lo he pasado en grande leyendolo. Es impresionante la cantidad de improperios que le sueta a cada cual mas desternillante, y encima el tio disfrutando .

Y como no, emigrando a España, si es que somos lo más de lo más, aquí pasa desapercibido fijo.


Un placer leerte.

Carmen Leyre dijo...

...alentadora forma de entrener los ojos y la mente...
yo tambien me alegro de que existas...
♥... Quiero que el espíritu de la Navidad haga
de cada deseo la mas hermosa flor
de cada lagrima una sonrisa
de cada dolor la mas brillante estrella
y de cada corazón una dulce y tierna morada
para recibir el amor.
FELIZ NAVIDAD
un Beso sincero unido a mi Cariño.
Carmen

apm dijo...

ja,ja,ja...Andrés, de insultillos andamos lo que se dice bien, eh!... y con un fino humor negro que es de agradecer... que semejante criatura que deja todo para última hora, lo que es decir, ya vienen con las estacas asi que pongamos en marcha el plan B, con esa lenguita, un lameculos, y en mente nuestra costa mediterranea... aquí va a encajar, fijo que sí ¿no crees? ja,ja,ja

Un besote, ya sabes, de los gordos

Anhermart dijo...

Apm:
Gracias por tu comentario, hecho con esa gracia natural tuya. Ya no nos viene de un chupasangres más, aquí en eso tenemos cultura.
Besos, guapa.

Anhermart dijo...

Carmen Leyre:
Feliz Navidad y gracias por visitarme.
Un beso, guapísima

Ricardo Miñana dijo...

Buen relato, un placer pasar por tu casa,
deseo tengas unas felices fiestas
junto a tus seres mas queridos.

Feliz Navidad
RMC

Anhermart dijo...

RMC:
Te deseo exactamente lo mismo para estas fiestas.
Un abrazo.