Era un fastidio tener que hacer los deberes, pero no había otra alternativa; al día siguiente, a primera hora, debía entregar el trabajo. En esta ocasión se trataba de un relato de ficción en el que se hablara de algún tema paranormal, donde se incluyeran fantasmas, espíritus o entes extraños que vienen a perturbar nuestra armonía.
Cristina se preparó un buen bocadillo de los suyos, bien cargado de embutidos varios; pan, tomate restregado y queso. Una vez cumplido este requisito se dirigió a su cuarto y puso en marcha el ordenador. Mientras el aparato cargaba la configuración de Cristina como usuaria, y todo ese embrollo informático, dio el primer mordisco al bocata. Pensó que metería cualquier chaladura todo lo deprisa que pudiera, lo imprimiría… ¡y a chatear!, que eso ya le gustaba más. Cuando el ordenador estuvo listo se sentó frente a él apoyando momentáneamente la merienda junto al ratón. Sus hábiles dedos teclearon abriendo el Word, escribió el primer título que se le ocurrió ¡”que más dá”!: El espíritu maligno”, y siguió: “Eran las doce de la noche, el reloj de la sala principal comenzó a dar las campanadas…”
-¡Buf!, parece que estemos en fin de año, esto no queda bien, lo voy a cambiar.
“La niña dormía plácidamente, sola en su cuarto, cuando de pronto una de las dos hojas del armario se abrió con un inquietante chirrido”. – Esto ya está mejor, se dijo a sí misma-“Es una niña que ha visto una película de miedo y por casualidad se abre la puerta del armario donde tiene su ropa, mientras duerme. A la niña le parece ver algo extraño en el interior del mueble; como un bulto con forma humana y dos destellos de luz, como si fueran ojos fosforescentes que la miran. Instintivamente, cubre su cabeza con la sabana para protegerse, el corazón se le acelera provocándole dificultad para respirar. El miedo la paraliza, no es capaz de moverse ni apartar la sabana para mirar, acto seguido nota una fuerza que le presiona en todo el cuerpo a la vez, al tiempo que una especie de aliento frío recorre su cara.”
Así, así, esto comienza bien, la profe se va a aterrorizar cuando lo lea, ahora pondré que la niña quiere gritar para llamar a sus padres pero que es muda y no puede soltar ni un grito, de esta manera la historia será de terror pero con drama por medio. Así hará más efecto.
Paró de darle a las teclas y tomó de nuevo el bocadillo. Cuando iba a darle un mordisco notó un suave roce en la rodilla. Su mascota intentaba llamar la atención, se trataba de Mini, una perrita Yorkshire de ocho años, que no quería otra cosa que compartir la merienda con ella.
Tranquila, no seas pesada que ya te doy un poco—con los dedos índice y pulgar de su mano derecha arrancó un pedacito de pan y salchichón y se lo puso en la boca retirando rápidamente la mano antes de que Mini, con su característico gesto nervioso, pegara un tirón y le mordiera sin querer la punta de un dedo.
Eres una agoniosa y te vas a poner como una vaca, ¡no, no te doy más! Quita de aquí pesada, ¡déjame merendar y vete a tu cestita, anda!
La perrita, al parecer, obedeció las órdenes de su dueña, salió del cuarto relamiéndose el hocico y no insistió más. Cristina se echó atrás en el asiento y comenzó a releer lo que llevaba escrito hasta el momento al tiempo que masticaba a carrillos llenos.
Esa tarde se encontraba sola en casa, fuera hacía bastante frío y no le apeteció salir con alguna amiga suya a dar una vuelta a mirar escaparates.
Se acercaba la Navidad y tenía que comprarse algo de ropa, pero aún faltaban diez días y tendría tiempo de hacerlo “un día de estos”.El resto de la familia estaba en sus ocupaciones habituales, sus padres trabajando y su hermano Raúl estudiando en el Instituto, por lo que tenía dos horas por delante para estar tranquila y hacer el trabajo sin interrupciones. Miró hacia la ventana de su dormitorio y vio que los vidrios estaban empañados. Buena señal, eso indicaba que había una cálida temperatura en casa. Por fin terminó de liquidar el bocadillo, se levantó para dirigirse a la cocina y tomar un buen baso de zumo de piña -su preferido. Mini estaba acurrucada en su cestita. “Pobrecilla- pensó Cristina- hace todo lo que le digamos, no puede tomar decisiones por su cuenta sino esperar a lo que nosotros le dejemos hacer. Come cuando lo decidimos, hace pipí cuando la bajamos a la calle… ¡Vaya vida más aburrida!”
Compadecida por sus propias reflexiones, se acercó a donde estaba y le acarició la cabecita suavemente, con ternura, para darle autoestima. Mini, como siempre, la miró a la cara, agradecida.
Con el sabor agridulce de la piña hurgándole las papilas gustativas, volvió de nuevo a sentarse frente al ordenador para continuar el trabajo.
“Estábamos en que la niña tenía la cabeza tapada y el corazón le latía muy deprisa…” a mí me pasa eso y me cago, ¿y porqué? , si a mi se me presentara un espíritu de esos, a lo mejor no me asustaba tanto y reaccionaba como me contó un día mi padre. ¡Claro! Lo mejor sería hacer como él, cuando llegó un día del trabajo y mi madre le explicó que estaba asustada porque “algo le tocó en la cadera cuando estaba fregando el suelo del pasillo, que lo había notado perfectamente, que no eran imaginaciones suyas”. Él se enfadó tanto de que algo o alguien la molestara, que comenzó a despotricar mirando en todas direcciones y a proferir insultos contra cualquier ente o fantasma que pudiera estar por allí haciendo el payaso y asustándola. Los insultó, les retó a que se manifestaran y les ordenó tajantemente dejar tranquila su casa y a ellos mismos. Al parecer su actitud dio resultado ya que mi madre nunca más volvió a quejarse por el mismo asunto. Cuando alguna vez hemos referido el tema, mi madre suele decir que no sabe si le asustó más el fenómeno paranormal o la actitud furiosa de mi padre. El caso es que dio resultado y ha podido seguir fregando tranquila durante estos años… ¿Eso fue bueno para ella?...en fin, esto es otra cuestión”.
“De repente, la sabana y la colcha se elevaron impulsadas por una fuerza incontrolable, dejando al descubierto el frágil cuerpo de la niña- prosiguió escribiendo- una masa oscura, sin forma definida, la contemplaba desde unos ojos malignos que brillaban como tizones. La pobre victima, no se atrevía a mirar, con las manos cubría su cara intuyendo lo que le aguardaba si se atrevía a hacerlo. Deseaba que todo fuera un sueño, una de esas pesadillas que tanto le asustaban. Con nueve años nada más, no tenía otro remedio que pasar las noches sola, ya que su madre trabajaba en horario nocturno y su padre no vivía con ellas .El matrimonio llevaba dos años separado”
Cristina paró de escribir, el eco de las teclas del ordenador casi se escuchaba todavía rebotando por las paredes de su habitación. Colocó ambas manos entrelazadas por detrás de la nuca y dejó caer su peso en el respaldo de la silla. Resopló hinchando los mofletes, la salida apresurada del aire le dio un gracioso gesto a su cara al proyectar hacia delante los labios en forma de morritos.
Muda, con pesadillas y con padres separados- recapacitó- ¡solo falta que su madre le de palizas! Me estoy pasando, no hace falta que dramatice tanto la historia. En vez de miedo producirá pena, ¡que difícil es esto de escribir!...Vamos a ver, no tiene porque ser una niñita, pobrecita, ni nada de eso. La protagonista podría ser una chica de unos veinte años que tiene una avería en el coche cuando regresa de madrugada de la discoteca. Comienza a andar hasta una casa cercana para que le dejen telefonear porque se ha quedado sin cobertura en su móvil y cuando llega se encuentra con que la casa está solitaria pero la puerta abierta, se arma de valor y entra. Cuando está marcando el número de la asistencia de la grúa escucha un grito en el piso de arriba. Aterrorizada, echa a correr hacia la calle pero cuando ya casi está fuera la puerta se cierra violentamente y no puede abrirla de ninguna manera. Oye unos pasos a su espalda, alguien baja por las escaleras, no se atreve a girarse para mirar, y del propio miedo se desvanece en el suelo sin conocimiento. Cuando recobra el sentido está acostada en una cama que no es la suya y en un dormitorio que no ha visto en su vida.
¡Esto ya me gusta más!, aquí hay madera para una historieta de terror ¡Vaya!, parece que ahora si, ahora ya lo veo con más claridad. Nos dejamos de niñas inocentes y miedos infantiles y hacemos un relato más creíble y adulto. ¡Manos a la obra! Me gusta este rollo.
Borró lo que tenía escrito hasta el momento y puso otro título:” Atrapada”.
Luego, comenzó el relato sin ninguna idea preconcebida, improvisaría sobre la marcha tratando de darle la forma que en su cabeza se estaba gestando ya, sin siquiera ser consciente ella misma del resultado:
“Sobre las cinco de la mañana, en la puerta de la discoteca, Sonia se despedía de sus amigos desde el interior del vehículo. Estaba agotada por el esfuerzo que representa bailar casi sin parar toda una noche. Solo la distanciaban de casa unos veinte kilómetros, pronto estaría acurrucada en su cama, cubierta por el edredón; calentita. Podría dormir a pierna suelta durante las horas que le apetecieran. Nada más iniciar la marcha, accionó el conmutador de la calefacción del coche. Al principio, el aire era casi frío, pero soportó ese contratiempo unos pocos minutos hasta que comenzó a salir un cálido y agradable aliento por todos los respiraderos, procedente del motor. Después de la sesión discotequera, lo que menos le apetecía en ese momento era más ruido, por lo que decidió que no pondría en marcha el aparato de radio del coche. Durante el trayecto, ocuparía su mente en Janeiro; un joven que conoció y que le gustaba lo bastante como para dedicarle un buen rato de sus pensamientos.
Así lo hizo, mientras conducía iba recordando al joven tratando de retener en su memoria todas aquellas palabras agradables que el muchacho se esforzó en encontrar para impresionarla. Tal vez hubiera suerte la próxima semana y coincidieran de nuevo. Ya se las apañaría de alguna manera para hacerse ver sin que él notara demasiado que lo estaba buscando.”
¿Qué ocurre Mini? ¿Mini? ¿Dónde estás? ¡Ven aquí, corre! No hubo respuesta, entre otras cosas porque la perrita no sabía hablar.
Cristina dejó de prestar atención al texto de la pantalla del monitor ante los insistentes ladridos de su mascota, sonaban igual que cuando avisaba de la llegada de alguien extraño. Como no acudía a su llamada decidió acudir ella hasta la cocina para averiguar de qué se trataba. La perrita estaba plantada, desafiante, con la mirada fija en el pasillo; como si viera a alguien. Cristina conocía esa postura por otras ocasiones por lo que quiso conformarse a ella misma para no tener miedo:
No hay nadie Mini, ¿no ves que el pasillo está vacío? ¡Anda, cállate y déjame hacer el trabajo! Ven, vente conmigo a mi cuarto y duermes allí ¿vale?
Como si la perrita entendiera todas y cada una de las palabras de Cristina la siguió hasta su dormitorio, no sin girarse gruñendo un par de veces al fondo del pasillo. Cristina no pudo evitar hacerlo también, pero sin gruñir. Si no echaba un vistazo atrás no se quedaba tranquila, era como una manía adquirida desde la infancia, necesitaba tener la seguridad de que a su espalda quedaba todo en su sitio, que no había nada ni nadie porqué preocuparse o tener temor. Los pasillos oscuros siempre le inquietaban cuando estaba sola en casa. Los relatos de misterio, así como las películas de terror, habían creado en su cabeza un exceso de imaginación que en momentos como ese le jugaban una mala pasada volviéndola asustadiza y recelosa ante cualquier sonido sospechoso.
Volvió a sentarse frente al ordenador, Mini se acurrucó sobre las zapatillas que Cristina usaba para estar por casa, aprovechando que en ese momento no hacía uso de ellas y estaban junto a la cama. Una de las manías de la perrita era dormir sobre o al lado de cualquier prenda de vestir de los habitantes de la casa.
-“No había recorrido más de cinco kilómetros, cuando el vehículo comenzó a dar tirones. Daba la impresión de que de un momento a otro se iba a parar el motor, luego adquiría fuerza de nuevo y respondía al acelerador. Así en cuatro ocasiones, hasta que quedó parado de golpe. –prosiguió con su relato.
-¡Vaya, esta si que es buena! Cuando salí de casa anoche, en lo primero que pensé fue en echar gasolina y precisamente eso fue lo primero que olvidé hacer. ¡Perfecto! ¿Y ahora donde hay una gasolinera por aquí cerca?-se preguntaba Sonia a sí misma con rabia.
-Vale, creo que voy bien-se dijo a sí mismo Cristina- Ahora la chica se acercará hasta una casa, donde se ve luz, para que le dejen telefonear porque su móvil está sin batería y allí se quedará atrapada y se oirán ruidos extraños en la casa ¡que estará vacía! ¡Eso, estará vacía pero notará que allí hay algo extraño que la observa! ¡Ya lo tengo!
Se puso a teclear convencida de que estaba en el buen camino.
“Sonia pensó que lo más conveniente era ir hasta la casa para pedir ayuda. De mala gana, salió al exterior y se encaminó hasta la casa. Hacía más frío de lo que ella pensaba. Se subió las solapas del abrigo hasta cubrirse la mitad de la cara, mientras tapaba su boca con una mano para evitar respirar la humedad de la noche. El suelo crujía bajo las suelas de sus zapatos, estaba comenzando a helar.
En un momento estaba frente a la puerta de la casa, no lo dudó un segundo y llamó al timbre.
No hubo respuesta desde el interior. Entonces se dio cuenta que con sólo tocar la puerta, ésta cedía hacia dentro suavemente…
Cristina dejó en seco de teclear espantada por el ensordecedor estruendo que escuchó a sus espaldas, incomprensiblemente la persiana de la puerta que daba al balcón bajó a toda velocidad hasta golpear fuertemente el marco de aluminio. De un salto se levantó y fue a toda velocidad hasta la cocina movida por el instinto, abrió un cajón y extrajo el cuchillo más largo que encontró.
Allí había algo o alguien. Lo sentía cercano, como un susurro apagado y siniestro. Aterrorizada y cuchillo por delante avanzó hasta el pasillo con intención de ir hasta su dormitorio. Su perrita ladraba insistentemente en la misma dirección. Cristina paró para agudizar el oído, tenía los cabellos de la nuca erizados hasta sentir un dolor insoportable. El cuchillo se balanceaba nervioso por la tiritera de su mano.
Entonces fue cuando escuchó con claridad lo que el susurro le decía: “Estoy aquí, ven y me verás”. De su cuarto surgían destellos emitidos por la pantalla del monitor igual que ocurre cuando hay un televisor en marcha. A pesar de su espanto no podía reprimir el deseo de averiguar qué estaba pasando por lo que, sobreponiéndose, dio un paso hacia delante, y otro, y otro más hasta llegar al umbral de la puerta de su habitación.
“Aquí, aquí, ven si te atreves”. La voz cavernosa insistía en su llamada.
Ella, rígida como un autómata, llegó hasta donde se encontraba su ordenador para descubrir la horrible visión que ocupaba la pantalla: un ser demoníaco sonreía burlonamente al tiempo que se metamorfoseaba constantemente adquiriendo a cada gesto una fisonomía nueva y a cual más horripilante.
Era tal el pánico que el cuchillo se le cayó de la mano y a punto estuvo de atravesar de parte a parte a su perrita ya que antes de clavarse en el parqué cortó limpiamente algunos pelos del costado del animal.
Ni ella misma se explica como lo hizo y de donde salió su fuerza para sobreponerse al espeluznante fenómeno que tenía ante sus ojos pero lo cierto es que se abalanzó sobre la mesa escritorio hasta alcanzar el ratón con su mano arrastrando el cursor hasta “archivo”, cuando apareció la ventana de “menú” lo dirigió a “guardar como”. Otra ventana más grande le pedía el título del documento. Se disponía a teclear cuando el patético ente le imploraba con miradas de cordero degollado y negaciones con la cabeza desde la pantalla que no lo hiciera. Cristina se movió con agilidad y desestimando las súplicas del fantasma terminó por dar título al documento: “El espíritu atrapado” y sin tiempo que perder presionó “Intro”. Ya no había escapatoria, la aparición estaba a buen recaudo dentro de una carpeta con su nombre y todo: El espíritu atrapado.doc.
Pensó que lo mejor sería dejarlo allí, en cautividad y no abrirlo nunca mientras pensaba en como sería la mejor manera de eliminarlo. De momento era un asunto menor, lo primero era entregar su trabajo y cayó en la cuenta de que ya estaba hecho. Era una buena historia, original y con aportaciones nuevas. Seguro que su profesora sabría valorarlo y obtendría una buena nota.
Tomó cariñosamente en brazos a su mascota y la acurrucó contra su pecho.
Todo estaba bien. El trabajo le había salido sin darse cuenta y lo del fantasma, casi casi dudaba de si había ocurrido en realidad o era producto de su imaginación. Por el momento prefería imprimir el relato y no mirar la carpeta que guardó en “Mis documentos”.
Ya habría tiempo para eso.
Cristina se preparó un buen bocadillo de los suyos, bien cargado de embutidos varios; pan, tomate restregado y queso. Una vez cumplido este requisito se dirigió a su cuarto y puso en marcha el ordenador. Mientras el aparato cargaba la configuración de Cristina como usuaria, y todo ese embrollo informático, dio el primer mordisco al bocata. Pensó que metería cualquier chaladura todo lo deprisa que pudiera, lo imprimiría… ¡y a chatear!, que eso ya le gustaba más. Cuando el ordenador estuvo listo se sentó frente a él apoyando momentáneamente la merienda junto al ratón. Sus hábiles dedos teclearon abriendo el Word, escribió el primer título que se le ocurrió ¡”que más dá”!: El espíritu maligno”, y siguió: “Eran las doce de la noche, el reloj de la sala principal comenzó a dar las campanadas…”
-¡Buf!, parece que estemos en fin de año, esto no queda bien, lo voy a cambiar.
“La niña dormía plácidamente, sola en su cuarto, cuando de pronto una de las dos hojas del armario se abrió con un inquietante chirrido”. – Esto ya está mejor, se dijo a sí misma-“Es una niña que ha visto una película de miedo y por casualidad se abre la puerta del armario donde tiene su ropa, mientras duerme. A la niña le parece ver algo extraño en el interior del mueble; como un bulto con forma humana y dos destellos de luz, como si fueran ojos fosforescentes que la miran. Instintivamente, cubre su cabeza con la sabana para protegerse, el corazón se le acelera provocándole dificultad para respirar. El miedo la paraliza, no es capaz de moverse ni apartar la sabana para mirar, acto seguido nota una fuerza que le presiona en todo el cuerpo a la vez, al tiempo que una especie de aliento frío recorre su cara.”
Así, así, esto comienza bien, la profe se va a aterrorizar cuando lo lea, ahora pondré que la niña quiere gritar para llamar a sus padres pero que es muda y no puede soltar ni un grito, de esta manera la historia será de terror pero con drama por medio. Así hará más efecto.
Paró de darle a las teclas y tomó de nuevo el bocadillo. Cuando iba a darle un mordisco notó un suave roce en la rodilla. Su mascota intentaba llamar la atención, se trataba de Mini, una perrita Yorkshire de ocho años, que no quería otra cosa que compartir la merienda con ella.
Tranquila, no seas pesada que ya te doy un poco—con los dedos índice y pulgar de su mano derecha arrancó un pedacito de pan y salchichón y se lo puso en la boca retirando rápidamente la mano antes de que Mini, con su característico gesto nervioso, pegara un tirón y le mordiera sin querer la punta de un dedo.
Eres una agoniosa y te vas a poner como una vaca, ¡no, no te doy más! Quita de aquí pesada, ¡déjame merendar y vete a tu cestita, anda!
La perrita, al parecer, obedeció las órdenes de su dueña, salió del cuarto relamiéndose el hocico y no insistió más. Cristina se echó atrás en el asiento y comenzó a releer lo que llevaba escrito hasta el momento al tiempo que masticaba a carrillos llenos.
Esa tarde se encontraba sola en casa, fuera hacía bastante frío y no le apeteció salir con alguna amiga suya a dar una vuelta a mirar escaparates.
Se acercaba la Navidad y tenía que comprarse algo de ropa, pero aún faltaban diez días y tendría tiempo de hacerlo “un día de estos”.El resto de la familia estaba en sus ocupaciones habituales, sus padres trabajando y su hermano Raúl estudiando en el Instituto, por lo que tenía dos horas por delante para estar tranquila y hacer el trabajo sin interrupciones. Miró hacia la ventana de su dormitorio y vio que los vidrios estaban empañados. Buena señal, eso indicaba que había una cálida temperatura en casa. Por fin terminó de liquidar el bocadillo, se levantó para dirigirse a la cocina y tomar un buen baso de zumo de piña -su preferido. Mini estaba acurrucada en su cestita. “Pobrecilla- pensó Cristina- hace todo lo que le digamos, no puede tomar decisiones por su cuenta sino esperar a lo que nosotros le dejemos hacer. Come cuando lo decidimos, hace pipí cuando la bajamos a la calle… ¡Vaya vida más aburrida!”
Compadecida por sus propias reflexiones, se acercó a donde estaba y le acarició la cabecita suavemente, con ternura, para darle autoestima. Mini, como siempre, la miró a la cara, agradecida.
Con el sabor agridulce de la piña hurgándole las papilas gustativas, volvió de nuevo a sentarse frente al ordenador para continuar el trabajo.
“Estábamos en que la niña tenía la cabeza tapada y el corazón le latía muy deprisa…” a mí me pasa eso y me cago, ¿y porqué? , si a mi se me presentara un espíritu de esos, a lo mejor no me asustaba tanto y reaccionaba como me contó un día mi padre. ¡Claro! Lo mejor sería hacer como él, cuando llegó un día del trabajo y mi madre le explicó que estaba asustada porque “algo le tocó en la cadera cuando estaba fregando el suelo del pasillo, que lo había notado perfectamente, que no eran imaginaciones suyas”. Él se enfadó tanto de que algo o alguien la molestara, que comenzó a despotricar mirando en todas direcciones y a proferir insultos contra cualquier ente o fantasma que pudiera estar por allí haciendo el payaso y asustándola. Los insultó, les retó a que se manifestaran y les ordenó tajantemente dejar tranquila su casa y a ellos mismos. Al parecer su actitud dio resultado ya que mi madre nunca más volvió a quejarse por el mismo asunto. Cuando alguna vez hemos referido el tema, mi madre suele decir que no sabe si le asustó más el fenómeno paranormal o la actitud furiosa de mi padre. El caso es que dio resultado y ha podido seguir fregando tranquila durante estos años… ¿Eso fue bueno para ella?...en fin, esto es otra cuestión”.
“De repente, la sabana y la colcha se elevaron impulsadas por una fuerza incontrolable, dejando al descubierto el frágil cuerpo de la niña- prosiguió escribiendo- una masa oscura, sin forma definida, la contemplaba desde unos ojos malignos que brillaban como tizones. La pobre victima, no se atrevía a mirar, con las manos cubría su cara intuyendo lo que le aguardaba si se atrevía a hacerlo. Deseaba que todo fuera un sueño, una de esas pesadillas que tanto le asustaban. Con nueve años nada más, no tenía otro remedio que pasar las noches sola, ya que su madre trabajaba en horario nocturno y su padre no vivía con ellas .El matrimonio llevaba dos años separado”
Cristina paró de escribir, el eco de las teclas del ordenador casi se escuchaba todavía rebotando por las paredes de su habitación. Colocó ambas manos entrelazadas por detrás de la nuca y dejó caer su peso en el respaldo de la silla. Resopló hinchando los mofletes, la salida apresurada del aire le dio un gracioso gesto a su cara al proyectar hacia delante los labios en forma de morritos.
Muda, con pesadillas y con padres separados- recapacitó- ¡solo falta que su madre le de palizas! Me estoy pasando, no hace falta que dramatice tanto la historia. En vez de miedo producirá pena, ¡que difícil es esto de escribir!...Vamos a ver, no tiene porque ser una niñita, pobrecita, ni nada de eso. La protagonista podría ser una chica de unos veinte años que tiene una avería en el coche cuando regresa de madrugada de la discoteca. Comienza a andar hasta una casa cercana para que le dejen telefonear porque se ha quedado sin cobertura en su móvil y cuando llega se encuentra con que la casa está solitaria pero la puerta abierta, se arma de valor y entra. Cuando está marcando el número de la asistencia de la grúa escucha un grito en el piso de arriba. Aterrorizada, echa a correr hacia la calle pero cuando ya casi está fuera la puerta se cierra violentamente y no puede abrirla de ninguna manera. Oye unos pasos a su espalda, alguien baja por las escaleras, no se atreve a girarse para mirar, y del propio miedo se desvanece en el suelo sin conocimiento. Cuando recobra el sentido está acostada en una cama que no es la suya y en un dormitorio que no ha visto en su vida.
¡Esto ya me gusta más!, aquí hay madera para una historieta de terror ¡Vaya!, parece que ahora si, ahora ya lo veo con más claridad. Nos dejamos de niñas inocentes y miedos infantiles y hacemos un relato más creíble y adulto. ¡Manos a la obra! Me gusta este rollo.
Borró lo que tenía escrito hasta el momento y puso otro título:” Atrapada”.
Luego, comenzó el relato sin ninguna idea preconcebida, improvisaría sobre la marcha tratando de darle la forma que en su cabeza se estaba gestando ya, sin siquiera ser consciente ella misma del resultado:
“Sobre las cinco de la mañana, en la puerta de la discoteca, Sonia se despedía de sus amigos desde el interior del vehículo. Estaba agotada por el esfuerzo que representa bailar casi sin parar toda una noche. Solo la distanciaban de casa unos veinte kilómetros, pronto estaría acurrucada en su cama, cubierta por el edredón; calentita. Podría dormir a pierna suelta durante las horas que le apetecieran. Nada más iniciar la marcha, accionó el conmutador de la calefacción del coche. Al principio, el aire era casi frío, pero soportó ese contratiempo unos pocos minutos hasta que comenzó a salir un cálido y agradable aliento por todos los respiraderos, procedente del motor. Después de la sesión discotequera, lo que menos le apetecía en ese momento era más ruido, por lo que decidió que no pondría en marcha el aparato de radio del coche. Durante el trayecto, ocuparía su mente en Janeiro; un joven que conoció y que le gustaba lo bastante como para dedicarle un buen rato de sus pensamientos.
Así lo hizo, mientras conducía iba recordando al joven tratando de retener en su memoria todas aquellas palabras agradables que el muchacho se esforzó en encontrar para impresionarla. Tal vez hubiera suerte la próxima semana y coincidieran de nuevo. Ya se las apañaría de alguna manera para hacerse ver sin que él notara demasiado que lo estaba buscando.”
¿Qué ocurre Mini? ¿Mini? ¿Dónde estás? ¡Ven aquí, corre! No hubo respuesta, entre otras cosas porque la perrita no sabía hablar.
Cristina dejó de prestar atención al texto de la pantalla del monitor ante los insistentes ladridos de su mascota, sonaban igual que cuando avisaba de la llegada de alguien extraño. Como no acudía a su llamada decidió acudir ella hasta la cocina para averiguar de qué se trataba. La perrita estaba plantada, desafiante, con la mirada fija en el pasillo; como si viera a alguien. Cristina conocía esa postura por otras ocasiones por lo que quiso conformarse a ella misma para no tener miedo:
No hay nadie Mini, ¿no ves que el pasillo está vacío? ¡Anda, cállate y déjame hacer el trabajo! Ven, vente conmigo a mi cuarto y duermes allí ¿vale?
Como si la perrita entendiera todas y cada una de las palabras de Cristina la siguió hasta su dormitorio, no sin girarse gruñendo un par de veces al fondo del pasillo. Cristina no pudo evitar hacerlo también, pero sin gruñir. Si no echaba un vistazo atrás no se quedaba tranquila, era como una manía adquirida desde la infancia, necesitaba tener la seguridad de que a su espalda quedaba todo en su sitio, que no había nada ni nadie porqué preocuparse o tener temor. Los pasillos oscuros siempre le inquietaban cuando estaba sola en casa. Los relatos de misterio, así como las películas de terror, habían creado en su cabeza un exceso de imaginación que en momentos como ese le jugaban una mala pasada volviéndola asustadiza y recelosa ante cualquier sonido sospechoso.
Volvió a sentarse frente al ordenador, Mini se acurrucó sobre las zapatillas que Cristina usaba para estar por casa, aprovechando que en ese momento no hacía uso de ellas y estaban junto a la cama. Una de las manías de la perrita era dormir sobre o al lado de cualquier prenda de vestir de los habitantes de la casa.
-“No había recorrido más de cinco kilómetros, cuando el vehículo comenzó a dar tirones. Daba la impresión de que de un momento a otro se iba a parar el motor, luego adquiría fuerza de nuevo y respondía al acelerador. Así en cuatro ocasiones, hasta que quedó parado de golpe. –prosiguió con su relato.
-¡Vaya, esta si que es buena! Cuando salí de casa anoche, en lo primero que pensé fue en echar gasolina y precisamente eso fue lo primero que olvidé hacer. ¡Perfecto! ¿Y ahora donde hay una gasolinera por aquí cerca?-se preguntaba Sonia a sí misma con rabia.
-Vale, creo que voy bien-se dijo a sí mismo Cristina- Ahora la chica se acercará hasta una casa, donde se ve luz, para que le dejen telefonear porque su móvil está sin batería y allí se quedará atrapada y se oirán ruidos extraños en la casa ¡que estará vacía! ¡Eso, estará vacía pero notará que allí hay algo extraño que la observa! ¡Ya lo tengo!
Se puso a teclear convencida de que estaba en el buen camino.
“Sonia pensó que lo más conveniente era ir hasta la casa para pedir ayuda. De mala gana, salió al exterior y se encaminó hasta la casa. Hacía más frío de lo que ella pensaba. Se subió las solapas del abrigo hasta cubrirse la mitad de la cara, mientras tapaba su boca con una mano para evitar respirar la humedad de la noche. El suelo crujía bajo las suelas de sus zapatos, estaba comenzando a helar.
En un momento estaba frente a la puerta de la casa, no lo dudó un segundo y llamó al timbre.
No hubo respuesta desde el interior. Entonces se dio cuenta que con sólo tocar la puerta, ésta cedía hacia dentro suavemente…
Cristina dejó en seco de teclear espantada por el ensordecedor estruendo que escuchó a sus espaldas, incomprensiblemente la persiana de la puerta que daba al balcón bajó a toda velocidad hasta golpear fuertemente el marco de aluminio. De un salto se levantó y fue a toda velocidad hasta la cocina movida por el instinto, abrió un cajón y extrajo el cuchillo más largo que encontró.
Allí había algo o alguien. Lo sentía cercano, como un susurro apagado y siniestro. Aterrorizada y cuchillo por delante avanzó hasta el pasillo con intención de ir hasta su dormitorio. Su perrita ladraba insistentemente en la misma dirección. Cristina paró para agudizar el oído, tenía los cabellos de la nuca erizados hasta sentir un dolor insoportable. El cuchillo se balanceaba nervioso por la tiritera de su mano.
Entonces fue cuando escuchó con claridad lo que el susurro le decía: “Estoy aquí, ven y me verás”. De su cuarto surgían destellos emitidos por la pantalla del monitor igual que ocurre cuando hay un televisor en marcha. A pesar de su espanto no podía reprimir el deseo de averiguar qué estaba pasando por lo que, sobreponiéndose, dio un paso hacia delante, y otro, y otro más hasta llegar al umbral de la puerta de su habitación.
“Aquí, aquí, ven si te atreves”. La voz cavernosa insistía en su llamada.
Ella, rígida como un autómata, llegó hasta donde se encontraba su ordenador para descubrir la horrible visión que ocupaba la pantalla: un ser demoníaco sonreía burlonamente al tiempo que se metamorfoseaba constantemente adquiriendo a cada gesto una fisonomía nueva y a cual más horripilante.
Era tal el pánico que el cuchillo se le cayó de la mano y a punto estuvo de atravesar de parte a parte a su perrita ya que antes de clavarse en el parqué cortó limpiamente algunos pelos del costado del animal.
Ni ella misma se explica como lo hizo y de donde salió su fuerza para sobreponerse al espeluznante fenómeno que tenía ante sus ojos pero lo cierto es que se abalanzó sobre la mesa escritorio hasta alcanzar el ratón con su mano arrastrando el cursor hasta “archivo”, cuando apareció la ventana de “menú” lo dirigió a “guardar como”. Otra ventana más grande le pedía el título del documento. Se disponía a teclear cuando el patético ente le imploraba con miradas de cordero degollado y negaciones con la cabeza desde la pantalla que no lo hiciera. Cristina se movió con agilidad y desestimando las súplicas del fantasma terminó por dar título al documento: “El espíritu atrapado” y sin tiempo que perder presionó “Intro”. Ya no había escapatoria, la aparición estaba a buen recaudo dentro de una carpeta con su nombre y todo: El espíritu atrapado.doc.
Pensó que lo mejor sería dejarlo allí, en cautividad y no abrirlo nunca mientras pensaba en como sería la mejor manera de eliminarlo. De momento era un asunto menor, lo primero era entregar su trabajo y cayó en la cuenta de que ya estaba hecho. Era una buena historia, original y con aportaciones nuevas. Seguro que su profesora sabría valorarlo y obtendría una buena nota.
Tomó cariñosamente en brazos a su mascota y la acurrucó contra su pecho.
Todo estaba bien. El trabajo le había salido sin darse cuenta y lo del fantasma, casi casi dudaba de si había ocurrido en realidad o era producto de su imaginación. Por el momento prefería imprimir el relato y no mirar la carpeta que guardó en “Mis documentos”.
Ya habría tiempo para eso.
3 comentarios:
Genial, una historia con muchas historias. Me alegra no ser de ese tipo de escritores que no se aclaran, pues al escribir tengo claro hasta el final jeje. Me ha gustado Andrés un texto muy original y entretenido.
Besos.
Carmen
Muy bién, uno se entretiene esperando que ocurra algo en las redacciones de la protagonista mientras juegas a que paralelamente se prevea una historia de terror en la misma que las escribe, pero nunca sabes si será en la redacción o en la realidad, ya que cogen fuerza las dos vertientes como si se tratara de una carrera a ver quien llega.
Al final, cuando sucede lo que se esperaba que pasara pero no de esta manera, rompes los esquemas con un quiebro de cadera, como si de un iriminage-tenkan se tratara, al introducir otra visión de la realidad del ente que la protagonista deduce pero el lector no, una existencia civernética ( a modo de Mátrix ) que le confiere una fragilidad inesperada, ya que se cierne a los límites de su mundo, manipulable por Microsoft Office.
Creo que siempre hay que vencer o superar al lector, y sigues venciéndolo ( puede que haciendo uso del aikido, aikido literario ).
Tres historias, quizá cuatro en una sola. No está nada mal.
En un momento hasta me he identificado con la protagonista ya que yo, muchas veces, dejo correr los dedos por el teclado sin finalidad alguna, más que la de escribir, hacer una historia; sobre todo cuando se trata de una ficción. Y, lo raro, es que a veces sale algo, no siempre ni medianamente bueno, nada comparable a tu "espíritu atrapado", pero sale.
Gracias por tu comentario, es un placer encontrar a compañeros de GB, fuera de aquellas "paredes".
Me había pasado unas cuantas veces por aquí y había estado dudando entre cuál de tus blogs atacar primero.
Me ha servido esta historia.
Reitero las gracias.
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