viernes, 25 de septiembre de 2009

Chenar, el cazador de serpientes







Los canales que forma el Delta en las inmediaciones del puerto de Menfis, abarrotadas sus aguas de esquifes con todo tipo de carga, comienzan ya a esa hora del día a aligerarse de tránsito.

Así como el sol se esconde tras el horizonte, el vigía de la torre baja la guardia, está cansado y toca a su fin la jornada del día. A esas horas ya solo piensa en volver a la aldea junto a su esposa e hijos. Abandona la vigilancia introduciéndose en la garita a la espera de ser relevado.

Chenar, escondido entre el rastrojal a orillas del Nilo esperaba ese momento para moverse a sus anchas sin tener que dar explicaciones y ahorrarse el pago de algún posible tributo. Su instinto de cazador le lleva rápidamente hasta el objetivo que busca. Sabe que tras un intrincado bosque de plantas acuáticas le acechan los fríos ojos de su presa. Lleva como único aparejo un saco de lona en una mano, un bastón en la otra. La vigorosidad de sus dieciocho años y la práctica de un oficio bien aprendido harán el resto.

Aunque sabiéndose descubierto, se acerca sigiloso hasta colocarse cara a cara con la serpiente. El reptil silba amenazador pero no intimida al hombre que acerca el bastón distrayéndole al tiempo que con habilidad le lanza el saco consiguiendo atraparle.
Una vez cerrada la boca de la tela, con el cordón que cuelga de un extremo, se aleja sorteando la maleza y evitando el camino de los cocodrilos, a los que puede contar uno a uno delatados por el brillo de sus ojos en la oscuridad.

Chenar es un cazador por partida doble: serpientes y mujeres. Goza en su haber de un extenso botín de ambas presas a pesar de su corta edad. Tiene por oficio apresar serpientes y culebras de agua que luego lleva a la ciudad para vender a los curanderos y gente afín a la medicina. De ellas se consiguen infinidad de ungüentos curativos que luego son expendidos en establecimientos del gremio sanitario . La reserva del Nilo es inagotable, Ameni, el padre de Chenar, ya vivía en su tiempo de esa misma ocupación.

El joven Chenar aprendió de él todos los detalles, incluido el de las mujeres.
Su progenitor era un pícaro que sabía sacar partido a todo tipo de situaciones y él, como hijo aplicado, heredó sus cualidades al completo. “…de esta manera me ahorro todo el protocolo del cortejo que antecede al momento decisivo de yacer con ella en el lecho”, solía decir triunfante Ameni a sus amigos cuando relataba sus hazañas, a la vez que ellos demostraban su admiración con sonoras carcajadas.

Ahora, desde que su padre no volvió más a casa después de su última salida, Chenar actuaba del mismo modo: de camino hacia la ciudad en la que vivía y al pasar por cualquier aldea, se escondía entre las sombras, acechaba la casa de alguna hembra de buen ver, se aseguraba de que se encontraba sola e inmediatamente se acercaba a una ventana por la que, abriendo el saco, introducía el reptil que contenía. Luego se alejaba y esperaba pacientemente hasta escuchar los estridentes gritos de pánico de la fémina de turno. Una vez advertido por la señal esperada corría hasta introducirse en la vivienda y con mucho teatro volvía a dar caza al invasor convirtiéndose así en el salvador, el héroe de la ingenua mujer.

No solía fallar casi nunca. Ella, agradecida por el gesto valiente de su salvador terminaba cayendo en sus brazos para ser conducida sin remedio al lecho, envuelta en las dulces y embriagadores palabras del experimentado seductor.
Así transcurría su plácida vida; aumentando sin descanso el número de muescas de su bastón. Prácticamente igualaban las de las serpientes atrapadas a las de las mujeres seducidas.

Una tarde, camino de la orilla del Nilo, tuvo un mal presagio al darse cuenta que no había espacio ya en su bastón para colocar más muescas. Se quedó pensativo, desconcertado por un hecho con el que nunca se había planteado cómo resolver cuando llegara ese momento.
Llegó hasta la zona de siempre, eligió su lugar y allí mismo tenía una nueva presa. Le extrañó mucho la facilidad con la que avistó aquel magnífico ejemplar que excedía sobradamente la medida a la que estaba acostumbrado encontrar.

Decidió no perder el tiempo y se encaminó hasta la bicha con intención de no darle tiempo a reaccionar.

Descubrió demasiado tarde que el desconocido áspid estaba muerto. En el mismo instante en que Chenar lanzaba el saco apareció de entre la maleza una forma monstruosa que se abalanzó sobre él sin darle tiempo a eludir el ataque de ningún modo. Una serpiente de proporciones gigantescas como nunca viera antes se enroscó sobre su cuerpo haciéndole crujir todos los huesos.

El monstruo posicionó luego la cabeza frente a la cara del joven cazador, abrió las fauces amenazadoramente y se vino hacia él ante sus ojos espantados.


8 comentarios:

HERMES dijo...

El pícaro cazador de bichas siguió el ejemplo de su padre, quizás padre he hijo acabaron de igual manera

Valentín Núñez Varas dijo...

Tienes la habilidad de crear un suspense hasta el final, que hace querer seguir leyendo para ver cómo acaba la historia. Reconozco haberme equivocado, pensaba que la venganza vendría de una de las conquistas femeninas y no de una bicha gigante. En cualquier caso, el presagio se hizo realidad. Un abrazo.

Monelle/Carmen Rosa Signes dijo...

Estoy con los demás lectores que sabes mantener la tensión hasta el final, atrapas al lector. Me gustó la historia de este personaje tan peculiar. La ambientación perfecta, y el final sorprendente. Felicidades Andrés.
Besos
Carmen

Anhermart dijo...

Hermes, Valentín, Carmen:
Gracias por vuestros comentarios y tiempo invertido en leerme.
Un abrazo

Lluís dijo...

Siempre influenciado por la filosofia oriental, incluyes en tus relatos el desenlace que tenia que suceder, no puede ser de otra manera. Siempre restableciendo el equilibrio cuando alguien se aleja de él, y siempre siguiendo un orden universal que cuadra con señales como el de las muescas del bastón, que por otro lado es una buena metáfora de que todo tiene un límite, y que si quieres algo de forma ilimitada probocas un desequilibrio en tu entorno, el cual le pasa factura.

Anhermart dijo...

Lluís:
Siempre das en el clavo con golpe certero. Tus análisis son acertados sobre la intención oculta de mis historias (cierto que están influenciadas por una forma de pensamiento cercano a la filosofía oriental-no puedo evitarlo y tú sabes porqué ya que en cierto modo somos hermanos al estar unidos por el vinculo del Aikido).
Gracias siempre por tu cortesía al leerme.
Un abrazo.
Domo arigato

Ferrer dijo...

Quien a hierro mata...

Muy bueno Andrés.

Ferrer dijo...

Quien a hierro mata...

Muy bueno Andrés.