martes, 10 de febrero de 2009

Obsesión premeditada.




Aquel ser diabólico se metió en mi cabeza y no podía liberarme de él de ninguna manera. ¿Por qué se le ocurriría a mi hermano contarme aquella experiencia vivida durante el sueño?
Según él, una noche dormía solo en su cama cuando comenzó a sentir un dolor terrible en el pecho y luego en el vientre. Quería despertar pero no podía hacerlo, había algo extraño que lo mantenía profundamente dormido sin poder escapar de ese estado. Sentía en sus carnes punzadas que le atravesaban una y otra vez. Algo muy afilado se clavaba y una vez dentro de su cuerpo removía sádicamente sus vísceras provocándole un dolor insoportable difícil de describir. Haciendo un esfuerzo sobrehumano consiguió abrir los ojos y lo que vio lo dejó helado; una criatura diabólica se entretenía, sentada a horcajadas sobre sus piernas, en incrustarle los largos dedos, de uñas como cuchillos, en su cuerpo desnudo.
La descripción de ese ser era ciertamente inquietante. Tenía el cuerpo de color verde cenagoso, su piel era cuarteada como la de un reptil, de orejas puntiagudas, sin cabellos y una mirada fría como la de un áspid. Sus brazos eran escuálidos, huesudos, y rematados con manos exageradamente alargadas. Sus uñas eran auténticos cuchillos.
Una vez despierto y sorprendida la bestia, ésta se escabulló hacia los pies de la cama desapareciendo en la nada.
Mi hermano, aterrorizado por la visión y dolorido hasta lo insoportable, se puso en pie y buscó por toda la casa sin dejar un solo rincón. Miró en todas las estancias, pasillo, habitaciones, cuarto de aseo…. Buscó en todos y cada uno de los muebles y armarios. Nada.
Convencido de que lo que había visto no era una alucinación, ya que el dolor físico que sentía, así como las marcas en su pecho dejaba claro que alguien o algo estuvo allí, pasó el resto de la noche con todas las luces encendidas, tapado hasta la boca y dominado por el pánico sin poder dormir un solo minuto más.

Habían pasado desde esa noche unos dos años cuando un día que nos encontramos en mi lugar de trabajo, en una de sus frecuentes visitas, me relató este hecho convencido de que fue real, incluso, para reforzar más su autenticidad y que no se trató de un sueño, me explicó que , meses más tarde de aquella experiencia, casualmente escuchó en una emisora de radio, en un programa dedicado exclusivamente a fenómenos paranormales, a varios oyentes que llamaban para dar su testimonio de la visita nocturna de un ser de idénticas características. “Todos ellos lo describieron exactamente como yo lo vi”, me decía con voz temblorosa.
La invitada al programa, una experta en seres extraños, explicó con toda naturalidad que esas criaturas existen en planos diferentes al nuestro y no tienen otra forma de distraerse que la de infligir dolor a los que visitan durante la noche. “Son crueles por naturaleza y aprovechan la debilidad del que duerme obligándole a seguir en ese estado de indefensión mientras ellos llevan a cabo sus sádicas prácticas. Les satisface enormemente provocar dolor y desesperación ante la impotencia de sus victimas”, decía la experta, añadiendo también que en raras ocasiones la voluntad de las víctimas es muy fuerte y consiguen vencer al verdugo escapando a su influjo y despiertan sorprendiéndolos en plena acción. Cuando ocurre eso simplemente se desvanecen y no suelen volver más pues tienen millones de seres en nuestro mundo a los que molestar.

No quise creer nada de lo que me contó y busqué, como es habitual en estas ocasiones, una explicación racional; le pregunté si en aquel momento se encontraba bajo los efectos de algún medicamento, drogas, alcohol o en un estado alterado por motivos personales ya que mi hermano vivía solo por haberse separado de su esposa pocos meses atrás.
Me negó todo. Él estaba convencido de que su experiencia nocturna ocurrió en el plano físico. Me explicó que sabía distinguir perfectamente entre una alucinación y un hecho real ya que es una de esas personas que tienen sueños lúcidos pero que son conscientes de lo que es el estado onírico y el de vigilia, sin duda alguna de cada situación.
La semilla estaba echada. A partir de ahí y de forma gradual el germen de la duda y el pensamiento obsesivo sobre ese ser se instaló en mi cabeza de tal modo que me resultaba fastidiosamente fácil recrearlo en mi imaginación hasta en el último detalle. No lo veía, pero era capaz de “visualizarlo” mentalmente dándole forma, hasta el punto que empecé a temer que en cualquier momento de soledad en mi habitación acabaría por verlo yo también.
Las noches comenzaron a ser un suplicio. Todos los temores antiguos de mi infancia resurgieron uno a uno apoderándose de mi voluntad, de mi razón. Comencé a vivir angustiado durante el día esperando que llegara la noche y me enfrentara a mis miedos en la soledad de mi habitación.
Afortunadamente ese maléfico ser no se me manifestó nunca, pero era él, sin duda, el culpable de mi insomnio. Me pasaba gran parte de las noches con los ojos abiertos y mirando a cada sombra del dormitorio, a la espera de la aparición. Estaba totalmente seguro de que vendría y no le iba a dar la satisfacción de sorprenderme dormido. Junto a mí dejaba invariablemente mi viejo revólver, cargado. Sólo tenía que alargar la mano y apretar el gatillo en cuanto apareciera. No le daría la más mínima oportunidad a aquel demonio.
La espera se hacía interminable, pasaron meses y lo único que había conseguido era empeorar mi estado físico, no dormía apenas y eso fue minándome poco a poco. Incluso anímicamente me afectó también, no podía concentrarme en nada ya que “él” ocupaba todo mi pensamiento.
Tenía que hacer algo para escapar de su fuerza posesiva, no podía más. Pensaba pero no se me ocurría nada efectivo, ningún plan en concreto ya que si no hacía acto de presencia, de qué serviría cualquier estrategia para aniquilarlo. Estaba atrapado por el maldito y repugnante ente.
Una noche, en que conseguí dormir algo, desperté sobresaltado con una idea fija en mi cabeza; tenía que encontrarlo y enfrentarme a él. Si el demonio no venía a mí, yo iría en busca de él.
Me incorporé, me vestí y salí a la calle sin olvidar de llevar conmigo el revólver. De alguna manera yo sabía que me estaba esperando fuera. Por algún motivo que desconozco no tenía acceso a mi vivienda pero intuía que me llamaba desde algún lugar de la ciudad. No lo dudé un instante y salí a la calle con la firme decisión de acabar con él de una vez por todas y quedar liberado así de su poder.
Me dejé llevar por el instinto y deambulé sin dirección por las calles durante horas, casi hasta el amanecer. Cuando estaba a punto de desistir en la búsqueda y al girar una esquina, desemboqué en una plaza ajardinada en donde había algunos bancos junto a los setos que protegían el césped y las flores que rodeaban a una gran fuente de chorros de agua. Allí, sentado en uno de los bancos, había alguien leyendo un diario o aparentando leerlo. Fijé toda mi atención en el personaje y algo me hizo dar un vuelco al corazón; las manos que sujetaban el diario no eran normales, eran como garras de largas uñas. El diario tapaba el tronco y cabeza del que lo sujetaba pero otro detalle confirmó mis sospechas; no llevaba calzado, sus pies desnudos le delataban, estaban en consonancia con las manos, unas uñas ennegrecidas y largas se clavaban en el suelo perforando la tierra algunos milímetros.
Me acerqué sin dudarlo más, portando el arma con el seguro quitado. Estaba convencido de que la criatura conocía mis intenciones y escuchaba mis pasos, que sabía que me acercaba con malas intenciones, pero no varió su posición, como burlándose de mi valentía con toda la seguridad de quien se siente superior. Cuando llegué hasta él me posicioné con las piernas separadas, bien equilibrado, y sujetando el arma con ambas manos mientras apuntaba a la altura de su cabeza. Entonces fue cuando dejó que la mitad del diario cayera hacia delante, reposando sobre sus manos, para dejarme ver su horrenda cara. Me miró con ojos fríos y burlones mientras su boca dibujó una mueca agria y cínica.
Sin darle la más mínima oportunidad disparé todo el cargador tan rápido como pude. Cayó muerto a mis pies sin decir o hacer nada.
Me alejé de allí inmediatamente, no quise tocarlo ni verlo más, de sobras conocía todos los detalles de su fisonomía
Cuando iba a girar de nuevo la esquina me volví para echar una última mirada. No estaba. Por fin había vuelto a su asqueroso mundo.
Aquella noche dormí como no lo había hecho en muchos meses. Al despertar por la mañana me sentía un hombre nuevo, todos mis temores se habían disipado por completo.
Bajé a la calle y fui hasta una cafetería cercana a tomar un desayuno. Hojeando el diario local me enteré de la muerte de un indigente ocurrida la noche anterior en un parque de la ciudad. Según la nota del suceso el pobre hombre se encontraba durmiendo arropado con algunos diarios cuando fue sorprendido y asesinado de forma brutal. Alguien con un cuchillo lo había mutilado salvajemente. “Mala suerte para ese infeliz, no acabé con el monstruo a tiempo de que se salvara”, pensé, pero ya nada se podía hacer. Por lo menos me quedaba la satisfacción de saber que ya no volvería a causar más daño a nadie.

Han pasado dos semanas y mi vida continúa con la misma rutina de antes, sin la angustia de la presencia constante en mi pensamiento de aquel diablo, pero hay algo que me tiene preocupado; me es imposible recordar el teléfono de mi hermano así como su dirección y no se como ponerme en contacto con él para darle la buena noticia. Debo padecer una de esas lagunas mentales que dicen que preceden a una larga situación de ansiedad. Es posible, pero lo cierto es que no he visto a mi hermano desde hace algo más de un mes, cuando vino un día a visitarme en mi trabajo y curiosamente me regaló una formidable navaja, la cual no consigo encontrar por ninguna parte. ¿Estaré perdiendo la memoria por momentos? No me queda otro remedio que esperar a que aparezca mi hermano para decirle que la pesadilla se ha terminado.

3 comentarios:

José Miguel Aliaga dijo...

visto y leido, para más comentarios tendrás que pagarte alguna cervecita...jejeeje

Monelle/Carmen Rosa Signes dijo...

Me sorprendiste Andrés. Muy buen llevado, sobre todo los sentimientos que están muy bien trasmitidos: la indiferencia del principio, y esa obsesión contagiosa que va creciendo poco a poco. Muy bueno. Felicidades.
Carmen

Fran Rueda dijo...

Reconozco que al ver la foto pensé que se trataría de una historia de terror al uso, y no me apetecía leerla, pero para devolverte la cortesía que has hecho al leerte mis “delfines en mi velero”, he empezado.

Decirte que me ha encantado es poco, porque queda vacío, porque esas palabras se dicen muy a menudo de forma gratuita, así que me tendré que esforzar en darte un par de razones, que hay más, pero yo me quedo con esas dos.

Primera: a pesar del tema, has conseguido crear un ambiente de realidad, de verdad que me ha enganchado desde el principio. Era como estar leyendo un artículo en un diario.

Y la segunda: hasta el final, hasta el final, hasta el último párrafo no he conseguido adivinar de qué se trataba. La intriga está muy bien resuelta. Has conseguido romper mis expectativas en un par de ocasiones.

Gracias por tus palabras. Seguiré leyéndote.

Entrellat

PS: Se que no tiene nada que ver, pero me gustaría saber qué tipo de plantilla de blog has escogido, es que la mía es muy estrecha y veo que la tuya tiene un tamaño que se parece más a lo que yo quiero.