El amor por el arte y su historia llevó a Isamu Takashi, joven estudiante de diecinueve años, desde su Japón natal hasta el viejo París. Apasionado por la belleza de la luz y el color desde niño, creyó que ningún lugar era mejor que ese por el exotismo que para él representaba la ciudad universal por excelencia de los más grandes artistas. Quería, exasperadamente, convertirse en un gran pintor de renombre. Allí estaría cerca del Louvre, del musée d´Orsay del impresionismo, podría conocer de primera mano los emblemáticos cafés de Montmartre y sus artistas callejeros, empaparse de todos y cada uno de los lugares que tanto alimentaron su fantasía la literatura y las obras pictóricas de las que ,de forma obsesiva, había estudiado referente a la época dorada en que los artistas de todo el mundo convivían al mismo tiempo, sobre todo los del siglo XIX: Lautrec, Monet, Degas, Renoir, Van Gogh… ¡Pisaría el mismo suelo y vería con sus propios ojos los mismos lugares que inspiraron a todos ellos!
Tiempo atrás se lo propuso a sus progenitores, familia muy acomodada de Kioto y fundadores de una importante firma de componentes electrónicos, y tras conseguir su aprobación no tardó mucho en matricularse en la prestigiosa Universidad René Descartes, entre le Rue Hanteville y Rue Depuytren; en pleno centro parisino. Se alojó muy cerca, en un apartamento de relativo lujo, en pleno Boulevard Saint-Gernain.
Isamu desconocía el rol que el destino le había adjudicado en la tragedia de su vida.
No tardó mucho en conocer a una muchacha de su misma edad, y gusto por el arte, que solía estar sentada en el aula, muy cerca de él, les separaba tan solo un pasillo entre sus pupitres. La atracción fue mutua desde el primer momento en que se vieron y no pasaron muchas semanas hasta que decidieron vivir juntos. Virgine, procedente de un pequeño pueblo del sur de Francia, se mudó al apartamento de Isamu, abandonando el pisito que compartía con varias compañeras de estudios en una zona menos atractiva de la ciudad.
El idilio vivido por la reciente pareja de enamorados duró casi un año, todo un primer curso de carrera. Sin embargo, y pasado ese tiempo, a ella no volvió a vérsele más junto a Isamu. No acudió a la universidad en Octubre a matricularse para segundo curso, dejando a su amante en un estado, a partir de ahí, irreconocible a la vista de cuantos le trataban. Se fue convirtiendo en un ser abatido, apático. Había perdido toda su anterior alegría de vivir, su ilusión por lo que hacía. Prácticamente ya no se comunicaba con nadie, vivía en un mundo aparte; en su interior, como si no estuviera presente.
Pasaron los meses del segundo curso en los que nada más se supo de Virgine. Después, un fenómeno alarmó a todos los allegados a Isamu: estaba sufriendo una extraña metamorfosis, parecía como si se estuviera afeminando. Las pocas veces que se expresaba parecía amanerado. Los cabellos, dejados crecer sin control, le caían lacios hasta los hombros. Un baño de color les había dado un tono casi rubio a lo que antes eran cabellos negros como el azabache y para rematar la inequívoca impresión de que su transformación iba por ese camino…estaba claro que se maquillaba el rostro y el contorno de los ojos. Así mismo cambió también drásticamente su forma de vestir; ahora llevaba prendas muy ajustadas y usaba zapatos de tacón más alto de lo que él acostumbraba llevar. Como remate final, la mochila que solía usar para cargar con los libros había sido cambiada por una especie de bolso colocado en bandolera sobre uno de sus costados.
Nadie podía entender aquella transformación, como no daban crédito a la separación de una pareja que parecía estar tan unida, tan compenetrada. ¿Qué había sido de la alegre y bella Virgine?
Un día, dos gendarmes de paisano irrumpieron en plena clase en la universidad. Dijeron su nombre en voz alta ante la expectación y el desconcierto de los presentes. Se llevaron a Isamu esposado sin dar explicaciones. Él no opuso ninguna resistencia.
Al día siguiente en todos los diarios del país, la fotografía del estudiante presidía la primera plana como noticia más relevante.
Los padres de Virgine le habían denunciado ya que sospechaban que él tenía algo que ver en la desaparición de su hija.
Cuando la policía registró el apartamento de Isamu encontró la cabeza de la joven en el interior del frigorífico. Era lo que quedaba de ella, el resto se lo había comido durante los meses en que se le dio por desaparecida.
En su delirio pensó que la única manera de llegar a ser un artista completo era fundirse con Virgine formando un solo ser, no podría nunca conseguirlo sin la otra mitad; la femenina.
Tiempo atrás se lo propuso a sus progenitores, familia muy acomodada de Kioto y fundadores de una importante firma de componentes electrónicos, y tras conseguir su aprobación no tardó mucho en matricularse en la prestigiosa Universidad René Descartes, entre le Rue Hanteville y Rue Depuytren; en pleno centro parisino. Se alojó muy cerca, en un apartamento de relativo lujo, en pleno Boulevard Saint-Gernain.
Isamu desconocía el rol que el destino le había adjudicado en la tragedia de su vida.
No tardó mucho en conocer a una muchacha de su misma edad, y gusto por el arte, que solía estar sentada en el aula, muy cerca de él, les separaba tan solo un pasillo entre sus pupitres. La atracción fue mutua desde el primer momento en que se vieron y no pasaron muchas semanas hasta que decidieron vivir juntos. Virgine, procedente de un pequeño pueblo del sur de Francia, se mudó al apartamento de Isamu, abandonando el pisito que compartía con varias compañeras de estudios en una zona menos atractiva de la ciudad.
El idilio vivido por la reciente pareja de enamorados duró casi un año, todo un primer curso de carrera. Sin embargo, y pasado ese tiempo, a ella no volvió a vérsele más junto a Isamu. No acudió a la universidad en Octubre a matricularse para segundo curso, dejando a su amante en un estado, a partir de ahí, irreconocible a la vista de cuantos le trataban. Se fue convirtiendo en un ser abatido, apático. Había perdido toda su anterior alegría de vivir, su ilusión por lo que hacía. Prácticamente ya no se comunicaba con nadie, vivía en un mundo aparte; en su interior, como si no estuviera presente.
Pasaron los meses del segundo curso en los que nada más se supo de Virgine. Después, un fenómeno alarmó a todos los allegados a Isamu: estaba sufriendo una extraña metamorfosis, parecía como si se estuviera afeminando. Las pocas veces que se expresaba parecía amanerado. Los cabellos, dejados crecer sin control, le caían lacios hasta los hombros. Un baño de color les había dado un tono casi rubio a lo que antes eran cabellos negros como el azabache y para rematar la inequívoca impresión de que su transformación iba por ese camino…estaba claro que se maquillaba el rostro y el contorno de los ojos. Así mismo cambió también drásticamente su forma de vestir; ahora llevaba prendas muy ajustadas y usaba zapatos de tacón más alto de lo que él acostumbraba llevar. Como remate final, la mochila que solía usar para cargar con los libros había sido cambiada por una especie de bolso colocado en bandolera sobre uno de sus costados.
Nadie podía entender aquella transformación, como no daban crédito a la separación de una pareja que parecía estar tan unida, tan compenetrada. ¿Qué había sido de la alegre y bella Virgine?
Un día, dos gendarmes de paisano irrumpieron en plena clase en la universidad. Dijeron su nombre en voz alta ante la expectación y el desconcierto de los presentes. Se llevaron a Isamu esposado sin dar explicaciones. Él no opuso ninguna resistencia.
Al día siguiente en todos los diarios del país, la fotografía del estudiante presidía la primera plana como noticia más relevante.
Los padres de Virgine le habían denunciado ya que sospechaban que él tenía algo que ver en la desaparición de su hija.
Cuando la policía registró el apartamento de Isamu encontró la cabeza de la joven en el interior del frigorífico. Era lo que quedaba de ella, el resto se lo había comido durante los meses en que se le dio por desaparecida.
En su delirio pensó que la única manera de llegar a ser un artista completo era fundirse con Virgine formando un solo ser, no podría nunca conseguirlo sin la otra mitad; la femenina.
10 comentarios:
Menudo relato Andrés, me dejaste impactada. Me ha sorprendido gratamente, es el guión perfecto para un ánime. Buenísimo. Enhorabuena, cada día de maravillo más de lo bien que escribres. Felicidades.
Besos.
Carmen
¡Eres un provocador nato! Me ha gustado, quizá he encontrado un poco exagerado que se la comiese, con la cabeza en el frigo ya estaba bien! Gracias. V.
No es la primera vez que me tropiezo con esta ¿parafilia?.
Verdaderamente, la realidad es que he oído a, por lo menos dos, ilustres artistas fallecidos hablar de su deseo de "comer al ser amado", así que no me pareció nada descabellado tu relato. Y más, cuando tu protagonista se había obsesionado con esa especie de "arte integral" compuesto por él y su pareja.
Buen relato. Muy inquietante, desde luego.
ERscalofriante epor Dios, se me ha erizado la piel y encogido el alma
¡Que relato!
te dejo un abrazo
Stella
Andrés, !menudo relato!, es impactante, estremecedor... con un final impresionante, buenísimo ese final, buenísimo todo él (el relato, claro), con esa muerte por amor al arte y ese arte muerto por el mismo amor, y todo en putrefacción... magnífico Andrés, magnífico, transmitido y expresado maravillosamente bien, !chapeau!
Un besote, de los gordos
...traigo
sangre
de
la
tarde
herida
en
la
mano
y
una
vela
de
mi
corazón
para
invitarte
y
darte
este
alma
que
viene
para
compartir
contigo
tu
bello
blog
con
un
ramillete
de
oro
y
claveles
dentro...
desde mis
HORAS ROTAS
Y AULA DE PAZ
TE SIGO TU BLOG:
ANDRES EL BARBERO
CON saludos de la luna al
reflejarse en el mar de la
poesía...
AFECTUOSAMENTE
DESEANDOOS UNAS FIESTAS ENTRAÑABLES DE NAVIDAD 2009 ESPERO OS AGRADE EL POST POETIZADO DE CREPUSCULO.
José
ramón...
Y si se trata de una mujer morena con una caña de cerveza, no demasiado cerca de la cristalera pero siempre orientada hacia ella para no dejar de ver pasar la vida por si lo que ofrece es lo suficientemente tentador como para hacer que la cerveza pierda importancia y no quede más de ella en el bar que el remolino en la puerta cuando sale a buscar la tentación...?
Contraste entre la sensibilidad y la ambición, la fragilidad y la crueldad para conseguir el objetivo, términos aparéntemente opuestos pero que no tienen porque ir separados.
El lector sí que los separa, por eso le sorprende el contraste cuando sale a la luz, que cuanto más exagerado peor.
El caso es que el arte, y todo lo que conlleva a su practicante: sensibilidad y talento por encima del resto de la gente, lo lleva a ser más humano y evolucionado por lo primero, y más narcisista y ególatra por lo segundo.
El mito del ser andrógino (hombre y mujer a la vez) aparece como un paso necesario para llegar a una meta idílica totalmente egoista, lejor de ser entendido por el protagonista como una evolución de su ser.
Eres cruel con el lector, he pasado un rato desagradable con lo del frigorífico.
Como vés, Andrés, no entiendo nada de literatura, solamente comento y analizo tus jugadas, como si fueran las de Iniesta.
Lluís:
¡Síii...síii...tú eres bueno, muchacho...¡Tú eres muy bueno! ¡Ya lo creo que síii...eres muyyy bueno!
De película,
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