Todo comenzó algunos días
atrás presintiendo su cercanía. Se sentía observado, estaba convencido de que
así era. Más tarde la evidencia tras la sospecha no le dejó duda alguna, aunque
sí un insondable pozo de tristeza y frustración en el corazón.
Antes de salir a su encuentro se miró en el
espejo, como si lo hiciera por última vez, se alisó el pelo con una mano y con
la otra comprobó, de forma mecánica, la firmeza del cinturón.
Eran dos hombres; altos, de
imponente aspecto y que parecían ser tan semejantes entre sí que se diría que
eran clones.
Él no podría nunca salir
victorioso en un enfrentamiento tan desigual. Además, era absurdo intentar
librarse del acoso porque, en el improbable caso de que consiguiera deshacerse
de sus perseguidores, vendrían otros dos a relevarlos y otros dos si fuera
necesario…No había escapatoria posible. Debía rendirse, dejarse llevar sin
oponer resistencia, sin condiciones.
Hacía ya algunos años que no
se recreaba en recordar su otra vida. Esta que ahora tenía desde hacía casi
veinte era su verdadera realidad. La otra, la que de nuevo se abría camino
desde los rincones de su memoria, parecía no haber existido nunca. Pero,
quisiera o no, debía volver a ella, y no solo en el recuerdo si no físicamente.
El mundo al que en verdad
pertenecía estaba a 200 años en el futuro. Un mundo que presumía de perfecto de
manera engañosa; oficialmente no se reconocía que existiera el delito. Para
sus dictatoriales artífices era impensable
aceptar que el Sistema fallara hasta el punto de crear rebeldes que
transgredieran las normas de convivencia impuestas por ellos. Sin embargo
ocurría, y lo hacía con frecuencia y eso dejaba al Estado en entredicho si
llegaba al conocimiento popular.
Al fin de una larga búsqueda de soluciones se
optó por enviar a los perturbadores del orden a cumplir su condena en una época
anterior a la suya. Ese era el caso de él y los años de condena impuestos se
habían cumplido. Ahora los dos enviados debían conducirlo a su época en el
futuro, sin más.
Nadie contó con que en esos
años él había organizado de nuevo su vida; tenía esposa e hijos, un hogar y una
profesión. También se había ido sintiendo cada vez más identificado con las
reivindicaciones a las que su nuevo pueblo de adopción aspiraba. No, no estaba
dispuesto a permitir que lo devolvieran a su época, seguiría estando en su
presente-pasado.
Salió al encuentro de sus
enemigos y cuando estaba junto a ellos presionó decidido el botón del cinturón
de explosivos.
Quedó volatilizado al
instante.
Al menos su cuerpo se quedaría
allí.
Su espíritu conocería, al fin,
el más auténtico de los mundos, el
Paraíso.
Fin
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